"Preferiría no hacerlo"

Hace años subí a este blog la novedad de que mi novela, Vientre de fango, estaba en proceso de publicación. Todo comenzó en setiembre de 2008, de la mano del escritor madrileño Manuel Rico Rego (http://manuelrico.blogspot.com.ar/) Hace años subí a este blog la novedad de que mi novela, Vientre de fango, estaba en proceso de publicación. Todo comenzó en setiembre de 2008, de la mano del escritor madrileño Manuel Rico, por entonces a cargo del Instituto Cervantes, que se sintió muy atraído por el texto. Algo que en su momento me resultó extraño, si se piensa en que llegó a leerlo movido por uno de mis exabruptos. La cosa fue así. Meses después de recibir una copia de mi novela sin obtener ninguna respuesta por su parte, respondí a uno de sus constantes e-mails masivos de invitación a eventos y conferencias, lamentando no poder asistir a ninguno. Le recordé, asimismo, que aún no había recibido ninguna respuesta suya a propósito de mi novela -ya habían pasado unos cuatro o cinco meses- añadiendo que quizá la cosa hubiera sido muy distinta de haber formado yo parte de su séquito. Una desafortunada frase de la que más tarde me disculpé. Aunque, después de semejante aspereza, no me quedó lugar a dudas de que nunca volvería a saber nada más de Rico.

Sin embargo, su respuesta fue casi inmediata. En su email me confesaba la sorpresa que le había producido mi descargo, lo cual le motivó a tomar de inmediato el manuscrito para ver quién diablos era la autora del desplante. Según decía, había empezado a leerlo como a las 7 de la tarde y no paró de hacerlo hasta que llegó a su casa. Le había gustado mucho. Añadía que la novela era publicable y que estaba dispuesto a hacer lo que estuviera en su mano para ayudarme a publicarla.

Confieso que por entonces yo ni siquiera sabía que él era el director de la colección poesía de la editorial Bartleby (http://www.bartlebyeditores.es/) a cargo de Pepo Paz. Ni había leído ninguna novela suya. Sólo había escuchado algún poema en un recital organizado por una amiga común. Ni siquiera sabía lo que es una galerada (impresión de prueba). Es decir que iba a ciegas.

Quedamos en llamarnos por teléfono y empezar con los preparativos para la posible publicación. Naturalmente, le pedí disculpas por el famoso ex abrupto, algo que él acepto muy generosamente, y que pareció quedar zanjado tras nuestra primera conversación. Muy entusiasmado, fabuló con la idea de que Vientre de fango pudiera salir para la Feria del Libro 2009. “Vaya”, pensé, “¿podrá ser posible?”.

Esto sucedía entre setiembre y octubre de 2008. Vayan sacando cuentas.

Poco tiempo después me puse en contacto con Pepo Paz, el editor, con el que mantuve una charla telefónica cuyos detalles, como es natural, ya no recuerdo bien. Lo que sí recuerdo es que fue directo a la hora de comentar que no iba a ser posible su publicación para la Feria de Libro 2009, ya que había otros libros en lista. Además, siendo una editorial pequeña, estaba pendiente de una subvención para ayudas a la edición que salía al año siguiente. Con ese dinero pensaba publicar algunos autores, entre ellos yo. En abril de 2009 firmamos un contrato, con alguna reticencia previa por parte de Pepo, en la cual Manuel intervino para, digamos, mediar. Primero se hablaba de 3000 ejemplares, luego se habló de 1500. Un contrato que según he averiguado no tiene cláusula para una posible demanda. Es decir, que se cuida muy bien las espaldas. Si bien en algún momento Manuel llegó a deslizarme algo sobre un posible adelanto de dinero para la publicación, Pepo nunca me habló de ello. Yo acepté. En realidad, yo vivía de otra cosa, y si bien me interesa el dinero tanto como a cualquiera, nunca pretendí que me fueran a pagar tratándose de una primera novela. Al fin y al cabo, hay editoriales donde el autor, con tal de ver publicado el libro, paga por su publicación. Bartleby no me pedía nada, y era una editorial con una buena y bien cuidada colección de títulos. Una editorial, digamos, seria.

Hablando con algunos amigos con experiencia en publicación, no entendían muy bien a qué se debían tantas postergaciones. Yo esperaba y esperaba, el tiempo pasaba, y las postergaciones continuaban, pero comprendí, por una explicación de Manuel, que tratándose de una editorial independiente donde trabaja una sola persona no se le puede meter mucha prisa, ya que los tiempos para este tipo de casos son muy diferentes al que podría suponerle, por ejemplo, a una editorial más grande.

Hacia setiembre de 2009 Pepo me escribió para decirme que no le habían otorgado la subvención (recordemos que la crisis española comenzaba y que el estado empezaba ya a recortar las ayudas), o que se la habían otorgado en parte. Así supe que contaba con el dinero para publicar sólo a algunos autores, y que mi libro quedaba fuera del proyecto. Lo insólito fue que me dijera que podía deberse, probablmente, a mi origen argentino. Esto es textual. No tengo el email, pero lo recuerdo muy bien porque tuve que leerlo varias veces antes de creérmelo. Aunque intenté que me lo explicara, sigo sin entender que habrá querido decir con eso, porque nunca lo hizo.

Ahora bien: admito que nunca se me ha dado bien esperar. Tengo un serio problema, y es que me tomo literalmente lo que dicen las personas. Sobre todo cuando la relación no pasa de lo estrictamente verbal -entiéndase por esto vía telefónica o e mail- y no parece haber oportunidad de hablar con ellas cara a cara. Con esto quiero decir que ni Pepo Paz ni Manuel Rico movieron ficha en ningún momento para organizar un encuentro o hablar del libro personalmente. De hecho, el contrato para la publicación llegó a firmarse de pie en el asiento del conductor de un coche (el de Pepo, que se pasó por casa a toda prisa porque justo ese día tenía asuntos muy personales que resolver) y la segunda vez que lo vi fue en la Feria de Libro (no recuerdo si 2009 o 2010), todo sudado y quejándose de las ventas, al parecer escasas. Su trato fue obligado e impersonal. Por alguna cosa que hablamos me pareció, inclusive, que ni siquiera había llegado a leer mi libro. Hoy me pregunto, todavía, si lo habrá leído en realidad.

En cuanto a Manuel Rico, lo ví por segunda vez -la primera, como ya he dicho, fue en el recital de poesía- durante una firma de libros en la Feria de Madrid. Amable y educado, como siempre, hablamos un poco sobre Verano, la novela que promocionaba. Dio la casualidad que pasaba por allí Félix Grande, y me lo presentó. Lamenté no llevar a mano Memorias de flamenco, porque me hubiera encantado tener una firma suya en uno de los mejores libros de autor español que he leído en años.

Pero volvamos al tema que nos incumbe, y que es la publicación. El consuelo que me daban, ante las postergaciones, eran comentarios muy alentadores del tipo Yo tardé cuatro años en publicar mi primera novela (Manuel Rico), o Yo tuve que cambiar de editorial porque me marearon cinco, hasta que me harté (un amigo), etc. Por supuesto, nunca se habló de que hubiera un contrato de por medio. No quiero meter hierro y sangre al asunto hablando del tiempo que puede costar escribir un libro y el daño que puede llegar a significar que se juegue con las espectativas de alguien, sea escritor o pajarero, da igual. En absoluto. He querido quitarle esa baza a este relato para evitar todo vínculo con lo emocional, para ser lo más objetiva posible e intentar, si acaso, atenerme a los hechos. Espero conseguirlo. Al hecho principal de que aquí ha habido un contrato que nunca se cumplió. Un contrato, naturalmente, sin cláusulas.

Cabe aclarar que cuando a Pepo Paz le negaron la subvención, el contrato por la publicación de la novela estaba todavía en vigor. No obstante, los días, las semanas y los meses continuaron pasando sin que yo tuviera noticias de nada y sin saber a qué atenerme. En el interín hubieron algunos emails que nunca me respondía. Silencio por meses, o alguna que otra respuesta más bien seca, con algún pedido de excusa y algún sombrío detalle de su complicada situación de editor.

Ya empezaba a dar por muerto el proyecto, cuando de pronto, un día, recibo noticias del resucitado. Esto fue en junio de 2010. Tras muchas idas y venidas para ver qué se hacía con el libro, Pepo me escribió para decirme que ya estaba en proceso la primera galerada de Vientre de Fango. Se hizo la corrección, me la enviaron, la aprobé y se me envió la galerada vía internet. Todo bien. Luego, nuevamente silencio.

Como pasaban los meses y él no volvía a escribirme, le mandé un e-mail para tener alguna noticia, si acaso había habido otra vuelta atrás. Volvió a escribirme en octubre de ese año con la novedad de que había cambiado de diseñador y me pedía que le enviará, de ser posible, alguna “idea” gráfica para meter en la portada. Yo me lo tomé con entusiasmo y le envié algunas imágenes -la foto de uno de mis cuadros, inspirado en la dictadura del 76, que es sobre lo que trata-, e incluso llegué a mover algunos hilos entre mis amigos de Argentina para que me enviaran alguna imagen interesante, ya que el editor parecía inclusive tener prisa, lo cual se refleja en su e mail del 3 de octubre 2010:

Hola, Roxana ¿tienes las propuestas para la portada ya? Gracias.

Además, elaboré algunas más por mi cuenta, las cuales también le envié. La respuesta de Pepo no se hizo esperar, y decía lo siguiente:

Hola, Roxana.

El tema está como sigue: el pasado lunes me reuní en X con un experto diseñador gráfico y le expliqué nuestro deseo de cambiarle la cara a la colección de narrativa (un deseo que ya venía de antes del verano pero que, con las urgencias, se había postergado). Las múltiples reacciones que hemos tenido tras sacar el último libro, el de LB, han acelerado esta decisión. Tenemos, además del tuyo, otros dos títulos más casi listos para entrar en imprenta. Pero lo que no puedo es seguir tirando el dinero por la ventana. En breve este hombre nos pasará una oferta económica y de diseño sobre la nueva cara de la colección y, además, la idea es que se encargue de hacer él portada a portada, seleccionando las imágenes. Así que, por favor, no le dediques más tiempo a este tema: espera a ver qué nos ofrece. Él sabe de nuestras urgencias y trabaja contra el reloj también.

Un beso

(14 de octubre de 2010)

Días después, recibí otro más:

Estimada Roxana:

Este mediodía nos hemos reunido el director de la colección poesía (Manuel Rico) y yo con el diseñador al que le había encargado la nueva imagen de la colección de narrativa. Nos ha presentado tres propuestas y hemos elegido una. Creo que es magnífica. Ha trabajado en concreto con tu novela -que le ha encantado- y también tiene muy avanzada la portada. Ahora le queda cerrar el tema de contracubierta, lomo y solapas. En cuanto tenga material visible te lo haré llegar.

Un saludo,

(29 de octubre de 2010)

En efecto, material visible hubo, y Pepo me lo hizo llegar rápidamente: era la portada… ¡¡¡de otro libro!!! Nótese además que Pepo dice textualmente: nos ha presentado tres propuestas y hemos elegido una. Resulta llamativo que en ningún momento se me consultara a mí, la autora del libro, o que no se me llamara para ver la portada o hacer alguna sugerencia, algo a lo que yo habría accedido con gusto. Sin embargo, una vez más decidí acceder, nada más porque en algún momento se me tachó de suspicaz, y porque decidí fiarme de la trayectoria de dos personas con respaldo en el ambiente de las letras. Es decir, que hablamos de dos personas serias: uno de ellos, editor indie conocido en el ambiente y en los medios; y el otro, un escritor comprometido con su profesión y el ambiente de la cultura, que en su momento llegó a tener un cargo político.

Lo dicho, personas serias. ¿Cómo no iba a fiarme de ellos?

En diciembre de 2010 Pepo me escribió nuevamente, diciendo que a principios de ese mes sabría algo. Lo esperé un mes, por cortesía (enero suele ser un mes complicado en España, por lo que llaman la cuesta de enero), pero en febrero le escribí varias veces preguntando qué pasaba, ya que había vuelto a desaparecer. Además, consultaba la página de Bartleby Editores y no veía que salieran nuevos títulos. Pepo no respondió. Entonces le escribí a Manuel Rico, que ya estaba más o menos al tanto de la situación. O eso era lo que yo creía.

No fue buena idea.

La respuesta del editor, que recibió el chivo, no se hizo esperar. Decía lo siguiente:

Buenas tardes, Roxana.
No se te ha dicho nada con respecto a tu novela porque no hay nada nuevo a lo que ya te comenté con anterioridad (hace meses).
La crisis arrecia y, si te fijas, no hemos publicado nada desde mediados de noviembre del pasado año.
En condiciones normales, cualquiera entendería que con el libro maquetado y revisado, si la editorial no te dice nada es que no hay ninguna noticia al respecto (ni mala ni buena).
La editorial es "independiente" y eso, como ya te expliqué hace mucho tiempo, significa que depende única y exclusivamente de sus ingresos por venta de libros. Por desgracia no podemos sustraernos a la situación general de decaimiento económico. Nuestra cifra de ventas en 2010 ha caído por debajo de la que teníamos en 2007. Con eso te lo digo todo. El resultado es que hay que ralentizar el plan de publicaciones y priorizar aquellos libros que, desde el punto de vista editorial, supongan un menor riesgo (entre ellos, traducciones con ayudas y colaboraciones con otras entidades y organismo públicos).
No puedo estar explicándole a todos los autores qué pasa con su libro. La gente comprende la situación. Y si tú no la puedes comprender, lo siento. Te rogaría que, en el futuro, dejaras de presionarme yendo con el cuento al director de la colección de poesía. Él no tiene nada que ver en las decisiones que tome yo con respecto a lo que se puede o no sacar en función de los recursos de que dispongamos en cada momento.

Un saludo.

  Así queda claro que el libro está ya maquetado y revisado, pero que no hay dinero para publicarlo. No voy a referirme ahora al tono del e-mail, ya que esto lo dejamos para después. Lo que se deduce es que mi novela suponía un soberano esfuerzo para la editorial por ser un primer libro, cuyo alumbramiento parecía haberse vuelto así como imposible. Yo sólo vi una galerada (junio de 2010) y de la famosa tapa, ni la punta de la solapa.

Pues bien, hasta aquí tenemos un libro ya maquetado y corregido, a sabiendas de que el proceso entre uno y otro paso no suele superar los quince días. Lo he consultado con escritores con experiencia en publicación, y todos coinciden en que cuatro meses sin ninguna noticia del editor no es normal, a menos que la editorial tenga algún problema, en cuyo caso el editor debería ofrecer alguna explicación si se la piden… ¡porque es normal que se la pidan! Pero en mi caso, la respuesta que recibo y que tanto ruido me hace es ésta:

la gente comprende la situación; y si tú no la puedes comprender, lo siento. Te rogaría que, en el futuro, dejaras de presionarme yendo con el cuento al director de la colección de poesía,

Pepo Paz me trataba como a su empleada. Que quede claro que yo nunca fui la empleada de Pepo Paz.

Se me tachará, también, de alcahueta, por copiar textualmente algunos emails. No me importa. No hay mejor prueba que la evidencia y la evidencia de que estaba en todo mi derecho de pedir una explicación está en los e mails.

Pero volvamos a la frase magistral de Pepo, aquella en la que asegura que:

la gente comprende la situación; y si tú no la puedes comprender, lo siento. Te rogaría que, en el futuro, dejaras de presionarme yendo con el cuento al director de la colección de poesía,

que es lo que en mi tierra llamaríamos una carta en plan milico, de colimba grande a colimba chico, de jefe enfurruñado a empleada que ha metido los dedos en el enchufe. Lo cual fue la gota que rebalsó el vaso, y le mandé un email explicando los motivos de mi incertidumbre, a lo cual él respondió dándome la razón y pidiéndome que borrara todas las direcciones de e-mail que tenía, menos la presente. Al parecer, era la única que consultaba a diario y con la que trabajaba (el resto eran simples buzones). La situación, me dijo, era la siguiente: el libro no se publicaba porque había una inercia, unos compromisos y mucha hipoteca personal. Reconocía que, en efecto, se habían reunido en octubre y habían trazado un plan para 2011. Pero las ventas de noviembre y diciembre, donde la cifra habían sido incluso inferiores a las del mes de agosto, les habían chafado todos los planes (febrero de 2011).

Pero la cosa no termina ahí.

Hacia mediados de 2011, Pepo volvió a escribirme para lanzar, por fin, la novela, que según él iba a estar saliendo entre setiembre y noviembre de ese año. Lo más extraño fue que Manuel Rico me llamara después para soltarme la confesión de que Pepo había pensado que podía ser buena idea… ¡cambiarle el título! Resulta que Vientre de fango nunca le había resultado convincente, y pensaba que, para mejorar su venta, podía hacerse un cambio. Manuel esperaba que yo no me ofendiera por la propuesta, cosa que de hecho no sucedió, aunque sí me resultó extraño que esperaran tanto tiempo para decírmelo.

Pasaron setiembre, y octubre, y yo seguía sin saber nada del libro. Manuel y yo quedamos en que íbamos a pensar conjuntamente un título nuevo. Él nunca se lo pensó -y si lo hizo no lo he sabido, porque nunca me lo dijo- y yo nunca pude imaginarme otro título que no fuera el que tiene. A la vez, iba siguiendo las novedades editoriales de Bartleby y veía que Pepo no sacaba ningún libro… de lo cual deduje que la publicación del mío podía costarle, como mínimo, un curso relámpago de juegos malabares sobre un monociclo. Fue cuando me animé a llamarlo para decirle que me volvía a la Argentina, y de paso, confirmar que ese año tampoco se publicaría.

Obviamente, la última factura del móvil no la pagué; si supiera que iba a pagarla no lo hubiera llamado jamás (en ese momento me preocupaban asuntos más mundanos, como pagar el alquiler para que no me echaran a la calle). Por lo que me contó, él estaba en similares circunstancias.

Era la segunda vez que hablaba con él por teléfono en tres años, docenas de e-mails de por medio.

Le pregunté si todavía podía guardar la esperanza de que Vientre se publicara en noviembre, y con voz temblona, casi como avergonzado, me dijo que no. Nótese que para que me lo dijera he tenido que llamarlo yo.

Prefiero no hablar del e-mail de Manuel Rico, recibido poco antes de tomarme el avión, y donde muy torpemente intentaba remendar los hechos diciendo que lamentaba lo ocurrido, puesto que casi me había llegado a tomar cariño. Antes, prefiero seguir mirando el sol que cae ahora justo frente a mi ventana y que es, además, genuino. No puede haber cariño donde nunca ha habido trato más allá de unos cuántos e-mails, y además, no tenía por qué haber nada de eso. Debió existir un cumplimiento, o en caso contrario un rotundo NO, en vez de tanta especulación, marchas y retrocesos y un dinero que, en caso de que realmente haya llegado a invertirse, ahora ha quedado en nada. ¿Qué no se podía? De acuerdo. Hubiera bastado con reconocimiento del error, algo que yo nunca vi que saliera por boca de ninguno de los dos.

Luego, ¿para qué están los contratos, además, sino no es para hacer cumplir acuerdos donde los asuntos personales no perjudiquen a las partes? Y haciendo a un lado todo acuerdo legal, cuando se habla claramente, la parte humana no se puede obviar: se entiende. Se puede comprender. Se puede, también, llegar a facilitar la tarea a la otra parte, para que lo que no puede uno solo, sea posible entre dos. O más. Pero si se mezquina la información, si se es tan omnipotente y se trata a las personas como si fueran empleadas poniendo barreras entremedias, hablando de condiciones normales cuando nada que lo sucede es normal, ¿qué puede pretenderse?

¿Que el otro lo adivine?

¿Que diga sí, sí, de acuerdo?

¿Que calle para siempre y haga como que no ha pasado nada?

Una disculpa podrá cabrear, pero a la larga siempre será bien aceptada. Porque ennoblece.

Hace poco, Manuel Rico recibió un premio literario. Después de darle mi enhorabuena, recibí un e mail donde me pregunta cómo andan mis cosas, y sobre todo si estoy en Argentina. Resulta notable que desde entonces haya dejado de recibir los boletines oficiales de Bartleby. También es notable que Manuel no haya respondido todavía a mi último e mail, que dice lo siguiente:

Hola Manuel, ¿cómo estás?

Dado que la novela ha quedado en la nada, y la verdad es que a pesar de todo contigo me siento más a gusto a la hora de comunicarme por este medio, me gustaría saber qué se hace en estos casos. Yo estoy en Argentina y la novela se ha quedado en la primera galerada, que al parecer por lo que hablé con Pepo en noviembre no tenía intención de publicarla ¿¿¿??? (los signos van porque nunca entendí por qué se hizo una galerada y luego todo quedó en la nada, lo digo con toda la buena onda). Entonces, visto lo visto, y dado que no ha habido cumplimiento del contrato que teníamos pendiente, que no nos ponemos de acuerdo, que no hay dinero, o lo que sea, me gustaría saber a qué atenerme... ya que pòr alguna razón siento que parte de mí se ha quedado allí, y que esa parte se llama Vientre de fango. Estimo que lo entiedes cuando digo esto. No estoy acostumbrada a las cosas inconclusas, y al fin y al cabo nadie me ha dado una explicación acerca de qué se hace en estos casos. Quiero decir que necesito algún tipo de anuncio formal que me desvincule de la editorial, o lo que sea.
La verdad no me resulta agradable recordar estas cosas porque en su momento me hizo bastante daño, pero le debo algún tipo de respeto a mi trabajo. Sólo te escribo por eso, para hacerte la consulta y no de escritora a director de la colección poesía de Bartleby, sino de autora a autor, y espero sepas comprenderme.

Un saludo


RAB

Mnuel Rico nunca respondió.

No tengo ningún prurito en reconocer que en varias ocasiones se me fueron las palabras, algo que en su momento se tildó de “pataleo”, o calificativo similar. Tengo la mala costumbre de ser frontal. No sé hablar entrelíneas, sólo sé escribir así.

Bartleby jamás reconoció que se le fueron los hechos, y nunca he recibido una disculpa por su parte, sólo justificaciones, muestras de arrogancia y quejas por el dinero invertido. Sobre un libro que nunca se publicó, y sobre un trabajo que yo nunca he visto. Casi exactamente como si me hubieran hecho un favor.

No duele tanto la desilusión de ver el libro publicado -un libro no es más que un libro, esto es así- como la falta de tacto y el desprecio hacia mi tiempo, mi trabajo y mis espectativas. No hablemos de mi dinero, porque vuelvo a reiterar que nunca especulé con eso. Intuyo que si supiera hacerlo, ya tendría mucho, y no es así. Lo aclaro por si acaso alguna vez se pensó. No se piensa en el dinero cuando se escribe; de hecho es el peor afrodisíaco para cualquier buena escritura. Además, soy rematadamente ingenua: yo quería que Vientre de fango se publicara bien lejos para hacerle un homenaje a tanta gente desaparecida aquí, y para que se tuvieran más datos fuera de aquí. También porque creí que la ideología de Bartleby se correspondía con este tipo de compromiso.

Pero salió mal. Por esto, especialmente, duele.

Escribo este descargo y lo hago público no porque yo sea alguien importante y vaya por el país ganando premios, dando conferencias o saliendo en prensa -todo lo cual me parece pefectamente legítimo-, sino porque creo merecer algún tipo de respeto y porque tengo derecho a contar lo que pasó, sea escritora, pajarera o piloto de aviones. Tampoco es mi intención perjudicar a nadie, ni perjudicarme yo. Es sólo que estoy harta de guardármelo, y harta además de saber que otros han hablado del asunto en mi ausencia, usando como medio el precioso pero insuficiente recurso de la palabra, que es el material con el que tanto se cuentan verdades como se enhebran ardides. Ellos podrán interponer los argumentos que más les plazca, pero eso no cambiará la verdad, que es ésta: hubo un contrato que nunca se cumplió y un libro que quedó en pre-publicación y nunca se publicó. Al día de hoy, esto es todo lo que hay. 

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