Entradas

La imaginación del extranjero

Imagen
La que estais viendo es una foto del Colegio de las Escuelas Pías de San Fernando, construído hacia fines del XVIII -su iglesia, concretamente-, en pleno centro del madrileñísimo barrio de Lavapiés. Parece mentira que todavía no le haya dedicado ningún post a este lugar. De todos los edificios emblemáticos que he visto en Madrid -y qué digo, en España- es el único donde he llegado a sentir de verdad el peso del dolor de sus muertos. Un dolor abrumador, asfixiante. Si le echais un vistazo, vereis que la cúpula no existe. Se supone que existía antes de 1936, plena Guerra Civil, que fue cuando la quemaron. Llegué a él por primera vez en el verano de 1999. Hoy día está restaurado y lo han convertido en una moderna biblioteca; por entonces todavía estaba en ruinas. Me estremeció el reloj que se vé en la fachada, detenido para siempre en lo que en ese momento me pareció que eran las diez y veinte de la mañana. Así durante cincuenta y seis años. Lo primero que hice aquella tarde fue si

Primera del singular

Yo que crecí sobre el aire que rechacé unas raíces que nunca eran mías (hubo en ello una intención de cándido martirio) que crecí entre mareas, que vivía en un mundo de raíces de un pequeño limonero de una montaña de arena en un galpón en ruinas de un patio de granito de una huerta preñada de tomates y tortugas de un hormiguero en orfandad boca a un cielo de tormenta de las babas del diablo temblando entre pilotes donde hacían nido los abejorros y por supuesto, de la flor del panadero el 5 de enero a la hora de la siesta (demasiado esfuerzo en rechazar esas raíces que nunca eran mías) yo que quise la libertad y no tuve el valor pero tuve la mañana (la que duele, y la que no), yo que decía que quise el río el mar la laguna y la acequia ahora digo: sé quien soy, los predicados no los proclamo: no sé predicar.

Felix Grande: Por entre el rudo bosque de los siglos

Imagen
Sentí ese amor, por entre el rudo bosque de los siglos, una mañana en México. Me demoraba en ese lujurioso archivo antropológico, ese collar de tiempos y culturas que es el Museo Nacional de Antropología. Me han dicho obstinados viajeros que es el museo más sobrecogedor del mundo. Algo me ocurrió en él y fue en el año 1968, en el mes de febrero. Yo deambulaba por las salas; miraba piedras, máscaras, aperos, estatuillas, dioses, cacharros, vestidos, armas rudimentarias, minuciosas obras de arte, altanerías aztecas, sobresaltos mayas y reconstrucciones tribales. Los tiempos, las culturas, giraban como remolinos otorgándome el vértigo lujoso de estar vivo entre tanta muerte inmortal. Y de pronto, en una de las salas, desde algún ingenio mecánico invisible, oculto en algún rincón, escuché la voz de una mujer. Alguien, alguna india, había grabado un canto en un idioma que yo desconozco -y que sin embargo, comprendo-. Aquella voz rozada, inculta, una voz de mujer anciana, cantaba unas pal

Il cuore de la col

Imagen
Ayer pensaba en el poder de las palabras. También en sus limitaciones. Pensaba en la incapacidad que tienen las palabras para trascender el ámbito de la experiencia. En el uso gratuito de las mismas, a la hora de referirnos a experiencias ajenas y discursos que por no haber sido leídos o escuchados jamás, hacen que parezcan fantasías, cuando no imposturas. Porque, en definitiva, las palabras no son más que vehículos que más allá de los gestos y las acciones, nos dejan en evidencia como indivíduos. Sin embargo, la palabra debería ser cosa seria, ya que en ella suele estar el germen de la acción. Pero a mí lo que me interesa no es tanto lo que se dice como lo que no se dice. Y de lo que se dice, me interesa más lo que se manifiesta como discurso emocional que ideológico, que por experiencia he visto que no suele ser sino otra proyección del ego. Será por eso que me gusta tanto la literatura de ficción (y la pesca deportiva). La ideología también me gusta, aunque hoy día parezca ser más b

Escritores que renuncian a su voz

Imagen
"¿Que por qué escribo? Pregúntale a un manzano por qué da manzanas". Así ejemplificaba António Lobo Antunes -hace sólo un año, en entrevista con Javier Pinedo, coordinador del Premio José Donoso con el que fue reconocido en 2007- su relación indisoluble con las letras. Asombran entonces sus recientes declaraciones de que publicará sólo un libro más y luego callará para siempre. "Se acaban las novelas, se acaban las crónicas, se acaba todo y no publico nada más. Mi voz, hablada o escrita, no se volverá a escuchar", dijo a mediados de febrero.Que un escritor abandone su labor literaria y se adentre en un eterno silencio no es algo fuera de lo común. Desde larga data se pueden encontrar casos similares al de Lobo Antunes. Uno de ellos (y por cierto muy paradigmático) es el del francés Arthur Rimbaud, quien decidió cortar todo nexo con la literatura tras su segunda publicación, cuando tenía sólo diecinueve años. En "Adieu", texto incluido en su célebre obr

Obama

Imagen
En la última escena de la película "El candidato" (1972), Robert Redford, flamante presidente de los Estados Unidos, se encierra en un despacho con su consejero presidencial, Gene Hackman, y mientras el país entero celebra su victoria a los pies de la Casa Blanca, le pregunta: - Y ahora ¿qué hacemos? ÉSTA es la gente que puso en la presidencia a Barak Obama. Echad cuentas.

El sueño del humano

Video/post: Elliot Brood, Second Son.

Cantar de gesta

No estoy asimilada, lo siento. No tengo la vez de agradecer, lo siento. No quiero tragar, lo siento. Yo vine con un propósito, lo siento (sitiar el territorio de la perplejidad para dar en la diana con certeza). He visto la noche oscura del alma y no sabeis cómo lo siento... la noche oscura del alma, la de Juan con la cruz enfundada en oropeles yo la he visto bajo el hielo y el oro. Pero entre todo lo que he visto, he visto también que además de planes de acción hacen falta acciones reales, que además de la política de los gestos, hacen falta GESTAS.

Complicidad en el crimen

Sobre la matanza de Gaza se dicen muchas cosas, pero como las dice este señor... pocos lo hacen y lo harán. Por eso he sentido la tentación de transcribirlo. No es el mejor augurio que el futuro presidente de Estados Unidos repita una y otra vez, sin que le tiemble la voz, que mantendrá con Israel la "relación especial" que une los dos países, en particular el apoyo incondicional que la Casa Blanca dispensa a la política represiva (represiva es decir poco) con que los gobernantes (¿y porqué no también los gobernados?) israelíes han venido martirizando por todos los modos y medios al pueblo palestino. Si a Barack Obama no le repugna tomar su té con verdugos y criminales de guerra, buen provecho le haga, pero que no cuente con la aprobación de la gente honesta. Otros presidentes colegas suyos lo hicieron antes sin necesitar otra justificación que la tal "relación especial" con la que se da cobertura a cuantas ignominias fueron tramadas por los dos países contra los de

El mejor poema

El mejor poema es el que aún no se ha escrito, el que borbotea en el magma de las posibilidades de la lengua y de la aventura humana; por lo tanto, no tengo obligación de echar incienso a lo ya de sobra canonizado; esto siempre me ha parecido algo cobardón y de mal gusto, incluso pornográfico. Reivindico la fiesta de lo arbitrario; incluso, si es con calidad, el escribir por el solo hecho de joder. Considero, a estas alturas de la información globalizada, que la pretensión de exhaustividad es solo un sofisma enarbolado por los más groseros e ignorantes; que el que no permite entre en su texto siquiera un alfiler, es un autoritario imbécil. Y, sobre todo, que el encanto es la máxima cualidad de la literatura, tal como decía, de las páginas que habían logrado encandilarlo, el viejo muchacho Jorge Luis Borges. Pedro Granados, poeta peruano.

El sueño de Artaud

Imagen
Le decía a un amigo en su blog, que quizá la esencia de lo divino resida en una búsqueda constante empapada de hallazgo. Entonces, no sé por qué, me vino a la memoria un verso de Antonin: Me entrego a la fiebre de los sueños, pero es para recoger nuevas leyes. Y yo no sé qué os parecerá a vosotros... pero para mí él sigue ahí, fumándose su gauloise con ojos de barrilete.

El amigo Henry

Imagen
Existe un libro que forma parte de nuestro ser y que está contenido en nuestro ser, y ese libro es el registro de nuestro ser. He dicho nuestro ser y no nuestro devenir. Comenzamos a escribir este libro en el momento de nacer y lo proseguimos después de la muerte. Solamente cuando estamos a punto de renacer lo terminamos y le ponemos la palabra "Fin". En consecuencia, es toda una serie de libros que, desde un nacimiento hasta el siguiente, continúa la historia de la identidad. Todos somos escritores, pero no todos heraldos ni profetas. Lo que sacamos a relucir del registro oculto lo firmamos con nuestro nombre de pila, que jamás es el nombre real. Pero lo único que llega a conocer alguna vez la luz es lo mejor de nosotros, lo más fuerte, lo más valiente, lo mejor dotado. Lo que entorpece nuestro estilo, lo que falsea la narración, son las porciones del registro que ya no podemos descifrar. El arte de escribir no lo perdemos nunca, pero lo que a veces perdemos es el arte de l

Con celo

Hace unos años me dio por hacer un seminario por la UIMP en una preciosa ciudad castellana que no voy a nombrar. Entre los ponentes, la estrella era un crítico de arte y filósofo de la escuela de Walter Benjamin -a quien tampoco nombraré-, que al margen de su erudición, demostró ser un indivíduo de lo más carismático, cuando al cierre del seminario le retaron a tocar la guitarra flamenca y dio un conciertazo de cojones, con sangría incluída, y baile y cante al que se apuntaron cátedra y alumnado. Como era de esperar, todos acabamos borrachos. Pero había más: todavía quedaba la exposición. El grueso de los expositores eran alumnos de los ponentes, todos ellos gente de la Complutense, todos de abultado currículum y no obstante sabuesos impenitentes del lumbreras francés tocador de guitarra. O sea -y con perdón-, unos chupaculos. Unos pelotillas de dientes largos. Y sus alumnos tanto más. Entre todos, y a lo largo de cinco días que a mí se me hicieron eternos, inflaron un globo elitista d