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Mostrando entradas de agosto, 2009

El billete de lotería

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Hace un momento leía una nota sobre Hubert Selby Jr. -algo así como “el beat olvidado”-,   y me dio por pensar que últimamente, escribir un libro, publicarlo y que se lea, parece ser algo así como comprar un billete de lotería y sacar el premio gordo o tirarlo a la papelera después de haber oído los números. Es cosa bien sabida que el hecho de que un libro se venda o no -y consecuentemente, que ese escritor llegue o no a ser reconocido, o reconocido muchos años después (y con deficiencias), como le pasó al pobre Hubert- no depende, vaya novedad, de la calidad de la obra, sino del marketing. Basta con leer Plataforma , de Michel Houellebecq, para llegar a la conclusión de que en este mundo hay más gente con suerte que gente con talento. Recuerdo haber llegado a ese libro con una cierta espectativa: me habían hablado muy bien del autor, y me bastaron unas cuántas páginas para empezar a entender por qué logró fichar: retrata a la perfección el sueño del yupi anómico y solitario enzarza

Un capricho

Después decía Hydn que los ingleses eran duros de oído... Hablando de PF y Waters (alias "el frío"... jeje), os dejo una versión duelista a varias guitarras de uno de mis temas favoritos. El que pediría que pusieran, por ejemplo, en mi funeral o algo así. Viendo el estilo de unos y otros se entiende por qué Waters se llevaba mal con Gilmour. En su momento, dos egos en contienda: Waters, el perfeccionista vs. Gilmour, el austero. Para esta ocasión (y por los viejos tiempos): Roger Waters, con sus amigos. Él, siempre tan humilde... (¿Cómo puede ser que esta canción todavía no estuviera en el Kosmonauta?).

Toda una ofrenda

Townes Van Zandt desafinaba bien, con una poesía muy bien afinada. Un José Larralde texano, gente que esté donde esté parece lucir siempre en carne viva, y al verle, al escucharle, una llega a sentirse un poco "vouyer" de esa intimidad que, más que dar un espectáculo -que no lo es, bendito sea, nunca lo será- es toda una ofrenda. Solía despertarme y correr con la luna, vivía como un vagabundo y un hombre joven, cubría a mis amantes con flores y heridas, mi risa le daba miedo al diablo, el sol venía y me derrrotaba. Pero cada día cruel tiene su noche, yo les daba la bienvenida a las estrellas con vino y guitarras, lleno de fuego y olvido. (Cortesía de Manco).