Lilith



Cuenta la leyenda que Eva fue creada de la costilla de Adán y que, desobedeciendo la orden de Yavé, arrancó la manzana prohibida, la mordió, y se la ofreció a su pareja, que también mordió, con lo cual los dos fueron privados para siempre de sus eternas vacaciones en el Paraíso.
La leyenda cristiana en su versión catequista se atreve a afirmar que Adán y Eva iban cubiertos de hojas de parra y que, una vez mordida la manzana, perdieron toda su inocencia y ya nunca más volvieron a vivir como hermano y hermana, sino como hombre y mujer. A Eva se la sentenció a parir sus hijos con dolor, a cocinar para toda su progenie y a fregar la ropa por el resto de su vida-un destino que recayó sobre todas sus hijas hasta mediados del siglo XX- y Adán tuvo que buscarse las lentejas con el sudor de tu frente a fin de dar de comer a la prole y construir un refugio para toda su familia.
Sin embargo, poco se ha hablado de Lilith, y es injusto porque fue la primera mujer de Adán y también la única que se atrevió a dar el portazo cuando ya estaba harta de él. De haberle tocado a ella el asunto de la manzana, pienso que le hubiera plantado cara a Yavé como se lo había hecho a Adán, un grandulón ya de veinte años, pero con muy poca experiencia en cuestiones amatorias. Cuenta el Talmud que Lilith llegó a decirle: “¿Por qué he de acostarme debajo de ti, si yo también fui hecha con polvo, y por lo tanto soy tu igual?”. Sospecho que Yavé nunca le hubiera puesto una prueba tan fácil como la de la serpiente. Lilith no era de las que se dejan tentar. Ella era la tentación misma.
Exiliada por la historia a la penúltima escala del panteón de los demonios más temibles, Lilith fue convertida por la tradición en devoradora de niños, ninfómana irredenta, reina de los súcubos, señora de las tinieblas, amante de Lucifer, juerguista bíblica, puta con pelaje de chacal, lechuza vampírica, ninfa orgiástica, medusa come-hombres y yo qué sé cuantos pintorescos epítetos ideados por los seguidores de Yavé, ese dios eminentemente masculino de los hebreos.
Sin embargo, Lilith pasará a convertirse en un personaje peligroso a partir del momento en que decida pronunciar el verdadero nombre de Dios -algo que estaba prohibido- y ante su negativa de quedarse en el Paraíso con un compañero que no sabía tanto de mujeres como de hembras (dicen que había probado las hembras de todos los animales antes de llegar a la conclusión de que él era el único animal del Paraíso que no tenía una pareja adecuada) a Yavé no le quedó otro remedio que dejarla ir y crearle a su único hijo sapiens una hembra algo más sumisa hecha de su propia costilla a la que llamó Eva. A pesar de sus lastres, Eva resultó ser una esposa políticamente correcta que nunca se atrevió a pronunciar el verdadero nombre de Dios. Con ella, tanto Adán como Yavé estaban a salvo.
Habiendo sido la primera mujer de la historia, Lilith es también su primera diosa, su magna dea, y es probable que su leyenda haya dado origen a gran parte de las leyendas que surgieron después: desde Astarté a la Afrodita griega, y de ésta a las vírgenes negras de la era medieval. Así pues, todo lo misterioso relativo a la mujer tiene que ver con Lilith y no con Eva, que fue blanqueada desde el principio haciendo uso de un doble juego en el que es utilizada como cebo: Sí, eres mujer, y como tal eres chismosa -por haber escuchado a la serpiente, que por supuesto era hembra-, ambiciosa (ya no por conocer el nombre de Dios sino por querer ser como Él) e ignorante del pecado original. Todo lo cual es como decir poco menos que estúpida.
Pero, ¿qué fue de Lilith después de que se fuera voluntariamente del Paraíso? Hay pocas referencias que relaten sus correrías, ya que los textos bíblicos se limitan a disparar contra ella a la vez que la recluyen intencionalmente en el olvido, convirtiéndola, sin querer, en la primera reina underground de la historia. Las malas lenguas sostenían que no había sido creada del polvo, sino de la caca de Adán, y a juzgar por lo que éste tuvo que tragar por su promesa de obediencia ciega a Yavé, no resulta extraño que Lilith, nacida de su caca, encarnara el lado salvaje del alma, es decir, todo lo que por pertenecer a los dominios de lo irracional resulta vergonzoso y prohibido, todo lo que el hombre es incapaz de aceptar de si mismo y a la vez todo lo que es capaz de desear.
Como Lilith, también Eva fue una proscrita (junto con Adán), pero su caso es distinto. Para empezar, Eva cometió el error de dejarse embaucar por la serpiente y creer que al comerse la manzana-señuelo podría engañar al mismísimo Yavé adquiriendo sus poderes. Pura ingenuidad. No sólo fue descubierta y castigada, sino que perdió el derecho a la vida eterna y se la condenó a morir. Lilith, en cambio, decidió marcharse ella misma del Paraíso y se salvó de la condena, eligiendo morar en la oscuridad. Tan temible como para meterle miedo al mismísimo Yavé (que había creado al hombre a su imagen y semejanza, y como todo hombre era susceptible a la belleza de su propia criatura), Lilith nunca fue sometida a la prueba de la serpiente. Como se atrevió a pronunciar el nombre de Dios, ya no necesitaba el poder de éste. Eva sí. Eva codiciaba la sabiduría divina, así que representa el poder intelectual transformador del mundo. Lilith, en cambio, es el poder del instinto que se transforma a si mismo.
Como su nombre lo indica (Lil: viento, aire, espíritu, que al pasar del mesopotámico al hebreo la raíz se convirtió en noche), Lilith es la nocturna, la oscura, la subliminal. “Si amas a alguien no quieras tener que avergonzarte de lo que nunca harías”, le dijo a Lucifer desde lo alto de sus párpados; “las reglas son de este mundo; los agujeros son de Dios”. Así que una noche se unió a su sombra, y blandiendo su sexo con la destreza de quien conoce de sobra el truco de dar en la diana al primer asalto, le mostró la medida exacta de su hombría y lo hizo de ella para siempre. A Él. A Lucifer, el ángel que fue exiliado por conocer el nombre de Dios.
Ph: Vadim Sein

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