El arcano XVI


La Torre representa las construcciones efímeras y fecundas del Hombre, siempre destruídas y siempre reanudadas, dolorosas porque arruinan sus ambiciones, bienhechoras porque acrecientan sin cesar la riqueza de su saber. (Eugene Caslant)
Lejos de ser una práctica adivinatoria propia de marujas, el Tarot (o libro sagrado de Thot, el Hermes egípcio) es una útil herramienta creada por hábiles hermetistas conocedores de la tradición oculta de la humanidad, cuyo origen no puede remontarse mucho más allá del siglo XIII, aunque algunos autores le atribuyan un origen mucho más antiguo y oscuro, algo que parece ser bastante difícil de probar. De hecho, los 22 arcanos (en Numerología, el 22 es uno de los 3 números maestros, y se define como el número del Maestro Constructor) representan los 22 arquetipos de la acción humana. Su aplicación en la praxis resulta tan propícia como una cucharita para una taza de café sin azúcar.
Si hubiera que definir nuestra época a través de una de las 22 cartas del Tarot, quizá la más aplicable pudiera ser, justamente, la Torre (o Arcano XVI). Y esto es bueno -muy bueno- ya que a pesar de sus connotaciones un tanto fatalistas, la Torre es una carta de cambios radicales.
Para quienes abominamos del conservadurismo cuyo agente principal es la perpetuación de un Poder monolítico basado únicamente en el valor del capital, su acción en un mundo cuyas estructuras se derrumban por su propio peso (debieron preveerlo hace unos cien años, o quizá más, cuando se pergueñó el plan), es evidencia de un cambio doloroso aunque necesario. Un poder, por otra parte, apoyado por la prensa, que es su más eficiente ezbirro vendido al todo a cien del Ojo Supremo, sabiendo que si vende, gana; y que lo que vende es mentira.
Por eso, como le decía a Eric, de
Tao cotidiano, cada vez me fío menos de las estadísticas. Tengo la impresión de que somos víctimas de una Gran Mentira Global, monstruosa mentira, de una mentira inteligentemente perversa, algo que los medios de comunicación se ocupan de distribuir sabiendo que la masa -a estas alturas ya no poco informada, sino confundida, manipulada y sometida a una sobreexposición informativa de basura maniquea cutre hasta la exasperación- cogerá lo que haya sin la menor intención de hacer una criba. Al Ojo Supremo no le conviene que la masa se eduque; sino que se entretenga.
Esto no es nada nuevo. Lo nuevo, en realidad, no es lo que distribuye la prensa enterteiment -que incluye una información supuestamente “fiable” de lo que sucede a nivel global- sino lo que sucede realmente a nivel a global. Como pasa con todas las cosas, la sobreexposicón informativa nos brinda, además, la posibilidad de acceder a otro tipo de prensa, una prensa “periférica”, por llamarla de algún modo, cuya pretención es desenmascar a la otra. Sin ir más lejos, para enterarnos de lo que sucede realmente basta con salir a la calle con las antenas bien paradas y acceder a la prensa periférica que circula, principalmente, por Internet. El Ojo Supremo se pisa la cola a si mismo: él inventó el monstruito, y es su propio monstruito el que le traiciona. Paradojas del doctor Frankenstein.
Más allá de eso, y allende lo dicho acerca de la prensa, no hace falta tener muchas luces para advertir que algo está sucediendo. Las piezas, hasta hace unos años -y sólo en apariencia- perfectamente acomodadas (¿recordais el Nuevo Orden Mundial?), empiezan a desmoronarse. La Torre se resquebraja. Hay ¿cómo te diría?, una sensación de inestabilidad a nivel global.
A grosso modo: Estados Unidos está en números rojos, y no es que la situación europea sea menos preocupante: más allá de los números rojos (qué digo, si el día de la ayer la Bolsa cayó en un 7%, lo cual, dicen, es alarmante) el problema migratorio le tiene a maltraer. China se erije como novísima potencia económica: no olvidemos que un gran hormiguero puede socavar los cimientos de una casa. Ya decía mi amigo el entomólogo que los insectos sociales son un ejemplo para los mamíferos superiores. En Latinoamérica, los llamados “líderes populistas” -bautizados así por ciertos políticos alarmados ante la posibilidad de que los acuerdos bilaterales de antaño ya no tengan efecto con semejantes antropoides al frente del continente- ya-no-ca-san con Estados Unidos, y para colmo les invaden el territorio a tres puntas, inventan el spanglish, conquistan a sus mujeres, les aumentan el ingreso per cápita frente a los ingresos de los nativos, compiten con ellos en los medios, y les copan la industria del enterteiment. Cerrando el círculo, la mala semilla del terrorismo acampa por todas partes con la subrepticia tenacidad de un cáncer.
Es curioso que medio mundo se rasgue las vestiduras despotricando contra el terrorismo, y que en cambio sean muy pocos los que admitan (porque ver, lo ven, que les convenga admitirlo ya es cosa bien distinta) que la política expansionista de EE.UU (cuyo status imperial se lo dán otros) no es sino otra forma de terrorismo basado en un lema no menos mesiánico que el de los fundamentalistas islámicos: In God we trust. (Por Allah). Con una salvedad: ellos nunca lo hacen in situ.
En su interesante reseña Golpes militares y salidas electorales (1983), el historiador Felix Luna hace referencia a la manera en que EE.UU gestionó los golpes militares de la América sureña a fin de utilizar ese territorio como teatro de operaciones para su lucha anticomunista durante la Guerra Fría, tras el advenimiento de Fidel. Por eso hoy en día los estadounidensas están tan traumatizados con el atentado en el Word Trade Center: hasta el momento, todo lo que sabían de terrorismo lo habían visto en televisión.
Esto podrá sonar a diatriba politiquera ya harto conocida, e incluso a tópico, pero a pesar de ésta y de otro millón de diatribas que circulan por Internet, sigue resultando sorprendente que lo único que se perciba sea la desestabilización del sistema a manos de cuatro carlitos con chilaba y largas barbas. Si EE.UU pretende que este planeta, con sus 6600 millones de habitantes, funcione como en una película de Spielberg, es estúpido, ingenuo, prepotente, o es las tres cosas a la vez (¿alguien lo pone en duda?), ya que por muchos extras que pudiera contratar el magnate para una de sus superproducciones a todo trapo, dudo mucho que llegara a controlar a tanta gente junta sin que alguien le montara un motín. Por eso fracasan los llamados Imperios, me parece, porque escriben un guión que siempre se les queda corto en extras. O sino que se lo pregunten a Herzog, que no pudo con Klaus Kinski, y eso que siempre se llevaba el protagónico.
¿Cómo pueden, pues, trazarse estadísticas fiables en un mundo tan polivante y plural? Yo prefiero creer en el desarrollo desproporcionado, y por lo tanto aleatorio, de ideas y experiencias absolutamente imprevisibles. “Claro, tan imprevisibles como el atentado contra las Torres Gemelas”, me dijo alguien hace tiempo. Recuerdo que entonces no me apetecía discutir. El comentarista es un indivíduo que pretende vivir inmerso en un cierto cinismo flotante, de plancton, con el que cree dejar clara su sagacidad. No hay nada que me moleste más que una pose irónica, cuándo ésta se basa en la candidez. El hombre insinuaba que Washington no sabía nada antes del atentado. ¿Quién se traga algo así a estas alturas? Los que creen en la virtud de los pájaros, como diría Wilbur.
Oh, sí. La Torre se resquebraja; y hay en la atmósfera una sensación de inestabilidad. Sin embargo, esto no puede ser mejor. Se respira en el aire un olor a pólvora humedecida, un sabor a gloria a punto de perderse, un miedo sátrapa oculto bajo el pellejo de las cotizaciones en bolsa. Ya es hora de quemar las naves. De volver a la alpillera, la roca, la huerta y el troncomóvil. Y no es malo. Es maravilloso: otra oportunidad de poner a prueba nuestra siempre incesante capacidad de reciclarnos como indivíduos y como sociedad:
Como diría Caslant:
- En su aspecto MENTAL, la Torre indica el peligro de perseverar en una determinada vía y en una idea fija, so pena de conmoción violenta y aniquilamiento.
- En su aspecto ANÍMICO, representa la dominación de los seres sin caridad ni amor, ejerciéndose sobre los demás con despotismo, de forma tal que tarde o temprano esto será rechazado fuera del efecto.
- En su aspecto FÍSICO, habla de un proyecto bruscamente detenido, de un golpe teatral y choque inesperado. Advertencia de guardarse en los negocios. La llama que quita la corona de la Torre puede interpretarse como liberación de una prisión.
Antes de que llueva, las hormigas sacan fuera todo lo que hay dentro de su morada para ponerlo a resguardo antes de que el aguacero las inunde. Se comportan con la austera sabiduría de quien ve venir el derrumbe. De quien lo huele y lo acepta, porque es el devenir, y nada puede ser más necio que negar que la vida, como las sociedades, están en contínuo cambio, y que el cambio, por muy azaroso que pueda parecer, es necesario para que la noria siga dando vueltas y vueltas. Prudentes animalitos las hormigas.
¿Apocalíptica? No; ni lo pretendo. Es sólo causa y efecto.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Colonos

Hemisferios

Cumpleaños