Argentina: ¿tierra sin matices?


Poca gente en Argentina está dispuesta a debatir sobre cuestiones políticas. Es lamentable, si pensamos que eso se extiende también a otros contextos. Hay un miedo atroz a la reflexión, al pensamiento propio -que no se puede alcanzar a menos que se haya alcanzado antes un sentido real de la libertad personal-; a la creatividad por mano propia, a la ruptura de los formatos establecidos. En Argentina no se debate, ni siquiera se confronta: yo diría que más bien se en-frenta. Por eso terminamos todos a los palos y dejamos de hablarnos con el contrincante cuando no está de acuerdo con "el relato". Las ideas han pasado a convertirse en "relatos" la mar de las veces absolutamente subjetivos, donde poco importa cuál sea la verdad y cuál la mentira, sino sólo el relator en cuestión.
Obviamente, sé que al decir esto corro el riesgo de convertirme en marginal. No importa: ya lo soy. Lo era desde antes de llegar acá, y lo seguiré siendo mientras viva. En Argentina se tiende a marginar, segregar y aislar a toda persona capaz de percibir una realidad con matices. La idea es profundizar al máximo en la dialéctica extrema de los opuestos, hasta el punto en que el elástico se falsee, pierda tensión y se convierta en una cinta blandengue, incolora, incapaz de sostener nada, ningún matiz, salvo el color dominante. Y los colores dominantes (rojo-azul-amarillo), en general son chillones.  

Photo/post: Sergei Subbotin

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