Dadme una pastilla de azúcar... (II)
Puedo
contar, brevemente, una anécdota. Como saben soy asmática, así que de pequeña
tomaba Ventolín para niños, que venía en forma de pastilla rosada muy similar a
la aspirineta. Todas las noches me tomaba un Ventolín para prevenir un ataque
de asma. Cuando mi madre notó que me había hecho dependiente, empezó a darme en
su lugar una aspirineta. Y todo bien. Hasta que una noche me di cuenta. Me tomé
la pastilla desconfiando, y el asma apareció sobre la madrugada. El placebo se
convirtió en nocebo.
Quien tenga
oídos, oiga. Y mire. Y vea. Y reflexione...
La siguiente
entrevista de Eduard Punset a Irving Kirsch, director del Programa de Estudios
del Placebo en Harvard, es del año 2012. No sé ustedes, pero yo, cuando he
visto que esta gente asegura que una pastillita de azúcar puede lograr el mismo
efecto que un fármaco de verdad -y encima lo celebran- sentí indignación. Será
porque vivo en un país donde ciertos medicamentos no sólo no se consiguen, si
no que cuestan altos porcentajes de salario. Así que me pareció bien difundir.
Abajo hay un
video donde lo explica todo más completo.
***
Al deprimirte, te sientes desvalido y te convences de
que jamás mejorarás y esa convicción prolonga la depresión. Irving Kirsch
ENTREVISTA SOBRE EL USO DE PLACEBOS PARA LA DEPRESIÓN
Eduard Punset:
¿Cuántos
años han pasado entre que empezaste a investigar sobre el efecto placebo?
Irving Kirsch:
Me interesa
el tema desde la década de 1970. Cuando todavía era un estudiante, en los 70,
empecé a interesarme por el efecto placebo y por las expectativas y decidí
centrarme en eso: ha sido la base de mi carrera académica desde entonces.
Eduard Punset:
Increíble,
¿no? Sin duda te sientes un poco más feliz que hace 20 años.
Irving Kirsch:
Me siento
mucho mejor, porque ahora, en lugar de saber poquísimo sobre el placebo, sé un
poco más, y además soy consciente de todo lo que aún nos queda por conocer y
eso lo hace aún más apasionante, ¡sigue habiendo mucho por aprender!
Eduard Punset:
En este sentido,
¿las personas con genes sensibles al placebo son más fáciles de tratar que las
que carecen de dichos genes? ¿O es una bobada y no existen personas con genes
que les hagan responder mucho o poco al placebo?
Irving Kirsch:
Mira, si me
hubieras hecho esa misma pregunta hace dos años te habría respondido: «los
datos apuntan a que todo el mundo responde al placebo: a veces lo hace una
persona, a veces otra…». Eso te habría respondido hace dos años. Sin embargo,
acabamos de finalizar un estudio (que creo que se publicará muy pronto) en el
que hemos descubierto un gen que predice la respuesta de los pacientes al
placebo.
Eduard
Punset:
Al placebo.
Irving
Kirsch:
Especialmente
al placebo que viene acompañado de una buena relación terapéutica: el estudio
estará disponible muy pronto.
Eduard Punset:
Y todavía no
hemos abordado lo que llamáis «efecto nocebo».
Irving Kirsch:
¡El efecto
nocebo, sí!
Eduard Punset:
Que consiste
en admitir que las expectativas negativas también pueden provocar efectos
perjudiciales, que no solamente hay expectativas positivas… si uno espera que
algo vaya mal, pueden producirse efectos nocivos. ¿Es verdad?
Irving Kirsch:
¡Desde
luego! Hay quien llama al efecto nocebo «el gemelo malvado del placebo» porque,
en un caso, tenemos expectativas positivas y buenos resultados; en el otro,
expectativas negativas y malos resultados. Si le dices a alguien que lo que
está tomando puede causar varios síntomas, se pueden provocar dichos síntomas.
Eso explica lo que se ha llamado enfermedad psicogénica o enfermedad
psicogénica masiva, también conocida como histeria colectiva, cuando que
alguien sufre un síntoma y dice: «vaya, tiene que haber sido por tal y cual»,
los demás lo escuchan y, si se han visto expuestos a lo mismo, gritan: «oh, ¡a
mí también me pasa!». ¡Eso es el efecto!
Eduard Punset:
¿Han oído
bien? O sea, realmente estamos demostrando, si no sugiriendo, que realmente
cuando decimos que una sustancia determinada va a producir un efecto en nuestro
cuerpo negativo, es lo que ocurre de verdad.
Es algo que…
¿sabes? Viví durante 4 o 5 años en Haití, de entre todos los lugares, como
representante del FMI. Allí tuve la ocasión de aprender un poco más sobre el
vudú. El vudú consiste en abrir la mente a la posibilidad de que las
expectativas negativas puedan, de hecho, tener consecuencias malas. Y debo
decir que, bueno… intenté conocerlo mejor, pero es muy difícil cuando no eres
de allí. Recuerdo muy bien que de noche se oía música (bam-bam-bambam) a lo
lejos, en casas donde, obviamente, se estaba celebrando algún ritual de vudú. Y
también recuerdo ir por la calle y ver a una persona presa de la desesperación
que se creía víctima del vudú… pero jamás pude saber si los que lanzaban
maldiciones de vudú las lanzaban de verdad. ¿Habéis observado algo así, en
cualquier caso?
Irving Kirsch:
Un
antropólogo llamado Cannon estudió el fenómeno de la «muerte por vudú» y llegó
a documentar casos de personas a quienes los hechiceros, los que practican el
vudú, les habían dicho que morirían, que estaban malditos, que iban a morir. Y
en algunos casos la gente murió de verdad. Por supuesto, es difícil saberlo con
certeza basándonos en casos individuales y evidentemente no es algo que podamos
estudiar experimentalmente, pero los casos están allí y hay incluso
explicaciones médicas para ello: ¡estas personas literalmente se murieron de
miedo! La hipótesis física sobre cómo podía suceder algo así que formuló Cannon
sigue considerándose hoy en día una posibilidad válida, algo que puede suceder.
Antes mencionabas la depresión. En parte, la depresión se debe al efecto
nocebo; forma parte de cómo progresa la depresión en las personas y de lo que
prolonga la depresión, lo que hace que la gente siga estando deprimida. Al
deprimirte, te sientes desvalido y te convences de que jamás mejorarás.
Eduard
Punset:
Sí.
Irving
Kirsch:
Y esa
convicción prolonga la depresión... se trata del efecto nocebo. No es extraño,
por tanto, que se pueda curar en gran medida la depresión con un placebo que
despierte la esperanza…
Eduard Punset:
…de que
mejorarás.
Irving Kirsch:
…de que algo
puede cambiar, de que vas a mejorar, sí. La indefensión del efecto nocebo se ve
contrarrestada por la sensación de: «sí, ¡quizá pueda!». Normalmente no es una
certeza, pero incluso ese «quizá pueda» supone una expectativa optimista que
promueve la sensación de bienestar y ayuda a mitigar la depresión.
Eduard Punset:
Fantástico.
Me gustaría resumir, si no te importa…
Irving Kirsch:
Claro…
Eduard
Punset:
…todo lo
dicho en 2 o 3 puntos. Me gustaría sacar tres conclusiones de lo que has dicho.
La primera es que el propio acto de administrar un fármaco activa una cascada
de flujos bioquímicos. Y no es en absoluto simple. Pero, por otro lado, se
desencadena una cascada de sucesos, no uno solo. ¿Es así?
Irving Kirsch:
En efecto.
Eduard Punset:
Por tanto,
hay que tenerlo en cuenta. La segunda conclusión es que el efecto de
condicionamiento del placebo puede usarse para mitigar el dolor.
Irving Kirsch:
Sí, esto ha
quedado perfectamente demostrado y sabemos que es cierto.
Eduard Punset:
La última
conclusión seguro que te suena, porque es un clamor que se oye por doquier; a
saber, que el nombre de placebo debería cambiarse, que ha habido tantas
tergiversaciones de los efectos (positivos o negativos) del placebo que os
gustaría dejar de llamarlo así y llamarlo de otra manera, por ejemplo «curación
contextual».
Irving Kirsch:
¡Sí! Se han
propuesto muchas alternativas: «curación contextual» es una, y muy buena…
«Respuesta al significado» también está muy bien, es un término acuñado por un
antropólogo en la Universidad de Michigan, Dan Moerman, y me parece excelente.
El problema, en mi opinión, es que es muy difícil cambiar el lenguaje; no creo
que vaya a suceder: para bien o para mal, nos quedaremos con el término
placebo. Sin embargo, una de las cosas que he constatado (y creo que ha
empezado a pasar ahora, o por lo menos en los últimos 10 años, primero entre
científicos y médicos, luego los medios de comunicación se han ido interesando
más por el tema...) es que la connotación de la palabra placebo, la sensación
que suscita, está cambiando. Poco a poco va siendo cada vez menos negativa:
hace 50 años, si mencionabas «el efecto placebo» algunos pensaban: «bah, ¡pero
si ni siquiera existe!»…. Y hace diez años, te decían: «ah, sí, pero eso es lo
que intentamos eliminar, porque no es más que el efecto placebo, no queremos
que contamine nuestros medicamentos»… en cambio ahora muchos dicen: «¡oh! ¡El
placebo!» y lo dicen de otro modo. Realizamos un estudio hace poco en el que
administrábamos placebo a los participantes… ¡y les decíamos que lo que
recibían era placebo! ¡Eso era impensable hace unos años! Lo que hicimos fue
explicárselo: «mira, para la enfermedad que padeces, las pruebas científicas
indican que el placebo puede ayudar…»
Eduard Punset:
Y funciona…
Irving Kirsch:
«…¡y ahora
sabemos por qué sucede! En parte se debe al condicionamiento, a lo que ya
conocéis del ejemplo de Pavlov y los perros… es decir, habéis experimentado
antes lo que supone tomar un medicamento, vuestro organismo ha ido forjando
expectativas positivas relacionadas con la toma de nuevos fármacos… esta
pastilla no contiene ningún medicamento, solamente es azúcar, pero el ritual de
tomarla os ayudará a aliviar los síntomas». Y funcionó. Hemos publicado el
estudio en una revista médica.
Eduard Punset:
Lo que nos
lleva a la mente, al contexto mayor de la mente. Hay una última cosa que me
encantaría que les contaras a los telespectadores. Cuando van al médico o a
alguien que creen que puede ayudarles, pueden recibir cápsulas, píldoras o
inyecciones. Al parecer, tenéis una hipótesis sobre cuál de las tres es más
eficaz.
Irving Kirsch:
De hecho,
sabemos cuál es más eficaz. Sabemos que las cápsulas son más eficaces que las
píldoras, que las inyecciones van todavía mejor que las cápsulas, que dos
píldoras funcionan mejor que una sola y cuatro, todavía mejor… y también sabemos
que el placebo más eficaz de todos es la falsa cirugía, la cirugía que en
realidad es placebo. Se ha practicado en algunos ensayos clínicos, donde tras
realizar una incisión a los pacientes se los volvía a coser sin ninguna
intervención más. ¡El efecto placebo es tremendo!ver VIDEO