Por la boca muere el pez

En estos años he conocido esclavos con privilegios, gente que trabaja para el modelo y vive de él. También he conocido gente que se enriqueció o que obtuvo beneficios a su costa. Y gente que lleva meses sin cobrar el sueldo, ésa también la conozco. Lógicamente, los primeros están aterrorizados, porque cuando caiga papá-estado ya no habrá protección. Los que no cobran están indignados, como ha de ser. 

He visto mucha manipulación de los medios informativos, y no sólo de la oposición, sino de la prensa oficialista. La prensa siempre fue el talón de Aquiles de este gobierno, que no ha podido entender que sólo los buenos relatos son de larga duración, y esto siempre y cuando la ficción sea capaz de transformar la conciencia. Roland Barthes tenía razón cuando habló de la cárcel del lenguaje. Sin embargo, tarde o temprano la realidad termina superando y derrumbando todos los relatos, y se impone como tal. Cuando se acaban las palabras, vemos entonces que lo único que nos queda es la realidad de un cuerpo que necesita ser alimentado.

Borrachos de poder y ebrios de soberbia, nuestros líderes dejaron que uno mucho más listo -y más hijo de puta- les haga el golpe de estado más sutil que se ha hecho en este país en muchos años. Lo trágico es que fueron ellos mismos los que dinamitaron la admiración moral que merecen las buenas obras. Y esto a fuerza de inmoralidades y abusos de poder, corruptelas que el pueblo ya no resiste. Una verdadera lástima. Lástima por los activos que se habían conquistado, y lástima por toda la gente que ahora va a sufrir por causa de la arrogancia de unos, y la hijaputez del que vendrá. Ellos pudieron salvarlo, pero despreciaron el sentir del pueblo. Subestimaron su poder de resistencia, superaron los límites de su tolerancia. Y ahora hacen campaña a la desesperada, sueltan ex abruptos por los que luego piden perdón y se embolsan las últimas chirolas del Banco Central, captados por la misma policía fundada por un candidato que sin gobernar aún, ya gobierna. 

Él ya puso el disco en la máquina. El nuevo relato (o sea, el viejo relato de siempre) ya se está instalando. Trae en la tapa un cuento disneylandesco de promesas y de sueños para gente que ya había olvidado cómo era eso de soñar. El nuevo relato es más peligroso que el que se va, pero parece que hace falta tocar fondo. Tocar fondo en serio, y que no sea ya un asunto económico, sino de conciencia. Que es la única manera de tocarlo en serio, para poder, desde ahí, remontar esa marea histórica de quilombos que siempre vuelven a repetirse porque no nos atrevemos a tomar la tierra, sin sentirnos exiliados entre dos fronteras. Nosotros. NOSOTROS, y nadie más.

Que Dios nos ampare.

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