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El mejor poema

El mejor poema es el que aún no se ha escrito, el que borbotea en el magma de las posibilidades de la lengua y de la aventura humana; por lo tanto, no tengo obligación de echar incienso a lo ya de sobra canonizado; esto siempre me ha parecido algo cobardón y de mal gusto, incluso pornográfico. Reivindico la fiesta de lo arbitrario; incluso, si es con calidad, el escribir por el solo hecho de joder. Considero, a estas alturas de la información globalizada, que la pretensión de exhaustividad es solo un sofisma enarbolado por los más groseros e ignorantes; que el que no permite entre en su texto siquiera un alfiler, es un autoritario imbécil. Y, sobre todo, que el encanto es la máxima cualidad de la literatura, tal como decía, de las páginas que habían logrado encandilarlo, el viejo muchacho Jorge Luis Borges. Pedro Granados, poeta peruano.

El sueño de Artaud

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Le decía a un amigo en su blog, que quizá la esencia de lo divino resida en una búsqueda constante empapada de hallazgo. Entonces, no sé por qué, me vino a la memoria un verso de Antonin: Me entrego a la fiebre de los sueños, pero es para recoger nuevas leyes. Y yo no sé qué os parecerá a vosotros... pero para mí él sigue ahí, fumándose su gauloise con ojos de barrilete.

El amigo Henry

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Existe un libro que forma parte de nuestro ser y que está contenido en nuestro ser, y ese libro es el registro de nuestro ser. He dicho nuestro ser y no nuestro devenir. Comenzamos a escribir este libro en el momento de nacer y lo proseguimos después de la muerte. Solamente cuando estamos a punto de renacer lo terminamos y le ponemos la palabra "Fin". En consecuencia, es toda una serie de libros que, desde un nacimiento hasta el siguiente, continúa la historia de la identidad. Todos somos escritores, pero no todos heraldos ni profetas. Lo que sacamos a relucir del registro oculto lo firmamos con nuestro nombre de pila, que jamás es el nombre real. Pero lo único que llega a conocer alguna vez la luz es lo mejor de nosotros, lo más fuerte, lo más valiente, lo mejor dotado. Lo que entorpece nuestro estilo, lo que falsea la narración, son las porciones del registro que ya no podemos descifrar. El arte de escribir no lo perdemos nunca, pero lo que a veces perdemos es el arte de l

Con celo

Hace unos años me dio por hacer un seminario por la UIMP en una preciosa ciudad castellana que no voy a nombrar. Entre los ponentes, la estrella era un crítico de arte y filósofo de la escuela de Walter Benjamin -a quien tampoco nombraré-, que al margen de su erudición, demostró ser un indivíduo de lo más carismático, cuando al cierre del seminario le retaron a tocar la guitarra flamenca y dio un conciertazo de cojones, con sangría incluída, y baile y cante al que se apuntaron cátedra y alumnado. Como era de esperar, todos acabamos borrachos. Pero había más: todavía quedaba la exposición. El grueso de los expositores eran alumnos de los ponentes, todos ellos gente de la Complutense, todos de abultado currículum y no obstante sabuesos impenitentes del lumbreras francés tocador de guitarra. O sea -y con perdón-, unos chupaculos. Unos pelotillas de dientes largos. Y sus alumnos tanto más. Entre todos, y a lo largo de cinco días que a mí se me hicieron eternos, inflaron un globo elitista d

Elogio del bufón

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Siempre me ha fascinado la figura del bufón, esa criatura grotesca, divertida y capciosa, presente en la historia del mundo desde tiempos inmemoriales. El bufón, eterno compañero del rey, mascota y entretenedor oficial de un soberano siempre obligado a guardar las formas, y también su consejero y confidente, no puede ser la figura mejor olvidada de la humanidad. Quizá sea porque al lado oscuro conviene ocultarlo. Razón por la cual, la existencia del bufón se vuelve imprescindible. De hecho ¿qué sería del rey sin su bufón? El bufón es la encarnación misma de las vergüenzas ajenas, incluídas las del propio rey. Similar a la metáfora del váter (al que eufemísticamente, y no sin motivo, se le llama también “el trono”), el bufón es la metáfora de todo lo que no debe mostrarse, de lo vergonzante, prohibido, y extravagante. Es el mamarracho del alma. Su doble inconfesable. La criatura antediluviana que todos llevamos dentro, que todavía camina en cuatro patas y que le chilla a la Tierra y a

Achille Benito Oliva: esto es vanguardia.

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Señoras y señores, el Arte es definitivamente un invento europeo . Y en segunda instancia, norteamericano. Ya lo aclara Achille Bonito Oliva (ABO) prestigioso crítico de arte, curador de la Bienal de Venecia 1993 (entre otras, seguro que tendrá más), y supuesto creador de la llamada Transvanguardia , un refrito de estilos y tendencias ya existentes en las artes plásticas (otro tentáculo de la posmodernidad), todavía en vigencia. Vamos, de lo que se lleva. Aquí les suelto un extracto de la entrevista que le realizó Jorge Eduardo Eielson hace unos años: JEE.— Y ahora pasemos a un argumento algo diverso, relacionado con América Latina, continente en el que nací y cuyos problemas, obviamente, me tocan muy de cerca. Mi primera pregunta es ésta: ¿por qué los artistas latinoamericanos casi nunca son invitados, o lo son de manera mínima, a las grandes manifestaciones internacionales, como la última Documenta, por ejemplo? ABO— No creo necesario recordarte que hoy más que nunca la investi

Giacometti

Boyaba entre la fantasía y la euforia. No era que le gustara hacerlo: era que no podía evitarlo. Lo usaba como único pasaporte a su tierra de adentro; porque en la otra, en la de afuera (le gustaba hacerles creer a todos que era como ellos y poner cara de circunstancia cuando alguien le hablaba del precio del pan o de la carne) no era más que un tío raro modelando criaturas de barro delgadas como cerillas. Muy de tarde en tarde, cuando nadie le veía, salía a pillar constelaciones en los botes de basura, y así, tal como las encontraba, las recogía en una bolsa y se las llevaba a casa. Surrealista. Existencialista. ¿Qué era todo eso?¿Era él algo de eso? Él sólo llevaba un disfraz. Con sus dedos, calculaba cada porción de miedo. Es sabido que el hombre puede protegerse contra el peligro, pero ¿puede protegerse contra el miedo?¿Cómo expresar lo que hay bajo el pellejo del miedo? Mostrar la pulpa, verla primero dentro de sus ojos. Imaginarla en los poros oxidados de los cascos que se pud