Camille Claudel, irremediablemente.

Camille Claudel. La mujer arrebatada. La medusa. La enamorada. La amante de los ojos vacíos con la impronta aún tibia de unos dedos tan feroces como trémulos, rozando la carne rota del yeso. Los restos de Sakountala (1886-1905), su obra más famosa, fueron exhumados hace poco de los almacenes del Museè Châteauroux. Como todo lo de ella, en su época la obra causó escándalo. Hoy, Vertumne et Pomone se reconcilian en el nirvana ante el silencio admirado de hombres, mujeres y cotillas.

Como le habrá pasado a mucha gente, conocí a Camille Claudel por influencia del cine. Cuando se estrenó la película interpretada por Isabelle Adjani, yo estudiaba Bellas Artes y mis maestros decían que había sido “la amante de Rodín”. Otro logro del patriarcado. Si ya resulta difícil hablar de ella por la penosa vida que llevó, más difícil resulta aún hablar de un arte demasiado grande como ser definido con palabras. Para hacerlo tendría yo que ser tan buena en ello como buena era Camille con el volúmen, pero no lo soy; así que me limitaré a decir que su profundidad no puede decirse.
 


Tenía una frente soberbia, con unos ojos magníficos, de ese azul intenso difícil de encontrar en otro lugar que no sean las novelas, esa boca grande, más orgullosa que sensual. Un aire impresionante, de coraje, de franqueza, de superioridad, de alegría. Alguien que ha recibido mucho (Paul Claudel).

Camille Claudel, una mujer desatada en tiempos de mordaza. El orgasmo flamígero eternizado en el bronce. Ella suplicó bien alto con el tambor de un vientre inmenso de fuego (o de espiga, quizá un poco ladeada por la tempestad) pero él debió tener miedo de su ser tan enorme y se marchó arropado por el ala de un leviatán. Entonces ella se encerró para siempre, y de su asfixiante soledad brotaron fieras, minotauros, medusas, cabelleras, cancerberos, olas antropomórficas, nióbides, delirios y resplandores. 


Y créame amiga mía, abandone ese carácter de mujer que ha ahuyentado buenas voluntades. Muestre sus obras admirables, hay una justicia, créalo. Uno es castigado y recompensado. Un genio como usted es raro (…)

No descuide a nadie, ni a un operario ni a un criado, ya que todos esos detalles se convierten en instrumentos de tortura para alguien ya fatigado, y que la ha emprendido contra el angel terrible que guarda el miserable mundo contra los genios como usted
(Augusto Rodín).



Cuando salí de la exposición eran casi las nueve de la noche y decidí dar una vuelta por la Castellana. Tomarme una caña en cualquier bar. Brindar por Camille (aunque me dá en la espina que ella más bien se hubiera pedido un bourbon). Recordar las órbitas vacías, y tan llenas, de sus hombres y mujeres de carne bajo el bronce. Asimilar aquello que ella daba vueltas a su antojo; aquello de lo que ella se nutrió, masticó en silencio, restauró sigilosamente, y transformó en unas criaturas capaces de cortar el espacio en dos mitades: el que era antes de que la arcilla llegara a sus manos, y el que sería después. Me di cuenta entonces, que a pesar de los ciento cincuenta años que ha tenido que esperar para ser reconocida, y a pesar de sus treinta a la sombra en un hospital en el que fue recluída por su propia madre, Camille ha triunfado. Viéndola, una sabe que no lo ha hecho por el mito que rodea su figura, sino por su grandeza, que para un artista es la única forma de triunfar. Aunque sea dos siglos después.

Me acuesto completamente desnuda para creerme que usted está aquí, pero cuando me despierto no es igual.Un abrazo.( Sobre todo, no me engañe).
Camille Claudel

La calle sigue llena de exitistas.Sin embargo, a mí me gusta estar con gente despierta. ¡Salud!

Camille Claudel, noviembre de 2008. Sala de Exposiciones FUNDACIÓN MAPFRE. Madrid.

Photos/post: Camille Claudel (retrato); Sakountala; La edad madura y Las cotillas (colección del Museo Rodin).

Comentarios

Entradas populares de este blog

Colonos

Hemisferios

Cumpleaños