Tom Waits


Me gusta trabajar sobre la textura de una canción. La dejo de lado y después vuelvo a ella. A veces la diseco, me quedo nada más que con las alas, y se las pego a otra canción (T. W).

La primera vez que escuché a Tom Waits me imaginé a un tipo huyendo de una habitación bajo una salva de zapatos de tacón de aguja. Seguramente la dueña de los zapatos era una preciosa chica que había conocido esa misma noche, una que sabía que después de ese encuentro él iba perderse para siempre, y a propósito, tras haberla invitado a tomar una copa en el bar más barato de la ciudad, revolviendo todos sus bolsillos para, finalmente, hallar un casi deshecho papel donde habría garabateado los cuatro primeros versos de una canción inspirada en Mary, pero escrito en realidad para Susan, y todo entre cigarros, temblar de pulso, fervor de lengua y, desde ya, un Jack Daniels a modo de renunciamiento.

Esa voz áspera (quizá la más áspera que haya puesto el diablo en la Tierra), evidencia de un presente impremeditado, de los días y las noches vividos sin pereza, de madrugones con café y aspirinas junto a un piano demasiado pequeño para una idea tan fabulosa, de una ausencia casi permanente -y también de un retorno impreciso, aunque seguro, a ese refugio que es una canción-, me conquistó para siempre. Y como me pasa cada vez que escucho algo bueno, me monté la película de que quizá pudiera conocer su receta infalible, que consiste en: desollar las dos mitades de un limón, echarse un trago de tequila (y volver a repetir, hasta que su mente haya cogido la temperatura lisérgica suficiente como para entender que la felicidad absoluta no existe, y que si existe, sólo puede matar la inspiración), y mientras el alba rompe los bordes de la oscuridad, dejar su impronta de fuego blanco encima del piano y permitir que Tom Waits te ronronee alguna cosa.

No le quepa duda de que si usted es un amante de la mística de los agujeros y cuando va por la calle se para a observar caras de vagos y soñadores, buhoneros, floristas, muchachas de mirada desaprensiva parapetadas en el hueco de una axila, bultos humanos tumbados panza arriba, sonidos, rumores y silencios, es posible que quiera volver a escucharlo. No se lo pierda.
El piano ha estado bebiendo (the piano has been drinking)
El piano ha estado bebiendo /Mi corbata está dormida /Y la banda se ha ido a Nueva York /La gramola tiene que ir a mear /Y la alfombra necesita un corte de pelo /Y el foco/parece la fuga de una prisión /Porque el teléfono no tiene cigarrillos /Y la terraza se ha ido a ligar /Y el piano ha estado bebiendo /El piano ha estado bebiendo /Y todos los menús están helados /Y el iluminador está ciego de un ojo /Y no puede ver con el otro /Y el afinador de pianos lleva un audífono /Y se presentó con su madre /Y el piano ha estado bebiendo /El piano ha estado bebiendo /Y el matón sabe lucha japonesa /Pero es un enclenque cobarde /Y el dueño es un corto mental /Con el coeficiente de inteligencia del poste de una valla /Porque el piano ha estado bebiendo /El piano ha estado bebiendo /Y no puedes encontrar a tu camarera /Con un detector de radiactividad /Y ella te odia a ti y a tus amigos /Y no puedes conseguir tu trago sin ella /Y la taquilla está babeando /Y los taburetes están ardiendo /Y los periódicos están haciendo el tonto /Y los ceniceros están jubilados /Porque el piano ha estado bebiendo /El piano ha estado bebiendo /El piano ha estado bebiendo /No yo, no yo, no yo, no yo, no yo.Disco recomendado: ORPHANS (2006). Rock and roll, blues, balada, tango, vals, polka, y lo que querais.

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