Diane Arbus: de ESO no se habla

Diane Arbus debió haber sido una niña difícil, pero en silencio. Como dijo Norman Mailer: “Darle una cámara a Diane es como darle una granada de mano a un bebé”. Si bien es verdad que se atrevió a romper con los prejuicios de la pacata sociedad estadounidense de fines de los cincuenta, también es cierto que incluso hoy sus fotografías siguen resultando espeluznantes. El ojo de su cámara dá en el blanco, y si lo hace tan bien, es porque no sabe -no quiere- mentir.
Ya le venían mintiendo desde pequeña. Nacida en 1923 en Manhattan y criada en el seno de una rica familia judía -su padre era peletero y su marido un fotógrafo de la revista Vogue- Diane debió percibir lo que se cocía debajo de todo ese glamour. Quizá la pregunta que se hizo Steven Shainberg al momento de rodar Fur, haya sido: “Si en los ‘50 resultaba tan cool poseer un abrigo de visón y ése era entonces el concepto de belleza imperante, ¿por qué a Diane iba a resultarle menos bello un hombre enteramente cubierto de pelo?”. Así pues, su secreto aborrecimiento a la idea de la muerte de los visones -asesinados a tiros para que algún día una niña pija de Manhattan pudiera lucir un abrigo de esos sin sospechar siquiera el siniestro proceso que media entre un crímen y una prenda de lujo- acabaría convirtiéndose en una verdadera fascinación hacia lo monstruoso. O, más que una fascinación, una necesidad de expiación, y también un exorcismo, de lo que bullía bajo el espléndido pelaje -éste sí aceptado- de la sociedad en la que había crecido.
Aún así, no creo que Diane Arbus pretendiera transgredir. Ningún artista honesto se plantea la transgresión como fin, aunque sí pueda plantearse el arte como shock, como necesidad y, cuando la necesidad es grande, inclusive como obsesión. El shock es siempre primero para si mismo, lo que pueda suceder después ya no es cosa del artista, sino de los otros. Por eso, decía Arbus, si observamos la realidad desde bastante cerca, ésta se hace fantástica.
Aún hoy, sus fotos siguen hiriendo ciertas sensibilidades habituadas a identificar arte con belleza, equilibrio y virtud (parece mentira la influencia que sigue teniendo el griego) y continúan sin reconocerle su calidad, sólo porque sus modelos son grotescos. Su única intención quizá haya sido presentarnos eso de lo que no se habla, eso que nos hace bajar la mirada, eso que no debería mirarse, eso que no es bello, sino que es tal como es. Cuando hay transgresión siempre hay segundas intenciones, pero en su caso nisiquiera hay compasión, sino sólo sinceridad. Su arte nos invita a dar el salto al otro lado del espejo. Al otro lado no hay ya invitación, sino exigencia: nos recuerda que nosotros, como sus monstruos, como todos sus monstruos, somos tan humanos (y tan excepcionales) como para decepcionar (nos guste o no).

Te negaste a seguir jugando el juego de los adultos
en el que, manteniendo el equilibrio en la cima que corona la oscuridad
se sigue corriendo sin mirar abajo
y nunca se salta por temor a caer.
- Howard Nemerow

Comentarios

Susana ha dicho que…
Qué casualidad, tu post me viene al pelo para el mío, jajajaj.
Esto es interpretación, búsqueda de significado, aclaración del sentido, lectura.

Besos, guapa.
Analía unblog ha dicho que…
Hola, guapa. Ya me sorprendía que no pusieras nada sobre ella durante to este tiempo después de la expo de Barna.

Con respecto a la foto y al post, yo añadiría: y cómo a veces nos empeñamos en mostrar lo peor de nosotros, haciéndonos los malos, como la viejita de Diane. Moriría por ver la cara había detrás.
Analía unblog ha dicho que…
Por ahora el blog está cerrado porque lo estamos armando, ya te mandaremos la invitación para charlotear con la patota. Elitismo de base pero con fundamento. UN ABRAZO GRANDE GRANDÍSIMO;)
Anónimo ha dicho que…
¿Qué me sucede con Diane Arbus fotógrafa? Que me veo atraído hacia sus fotos y ellas no hacen más que repelerme. Al menos las que vi en Caixa Forum de Barcelona me cautivaron desde lo estético pero me asaltaron en lo moral. Y no en lo moral de moralina, sino en esa parte esencial de uno que, como ser pensante, se concluye "uno entre tantos aliados en la desgracia del no saber el porqué de nada importante". Casi como decir que no sé lo que me sucede con su arte, o que me sucede algo casi inexplicable; es decir que por comodidad hubiese optado por decir que no me sucede nada y punto.

Por otro lado -no sabría decir exáctamente cuál- está Diane Arbus a secas. Con ella -me- sucede que se deprimió y, tras cartón, se suicidó, y eso tampoco es del todo explicable pero al menos puedo sentirlo dentro mío (un paso enorme en el camino hacia la comprensión). Y si bien este acto no es en sí el marco de su vida -artística- al menos lo integra -me refiero al marco-. Esto, y, de nuevo, como pensador me lleva a forularme la pregunta de rigor: ¿A dónde condujo a Diane este arte que ella misma medió? Tanto como artistas como como no artistas podemos apreciarlo desde lo estético pero, me pregunto, ¿les parece que deberíamos confiar en él?

(escribo sobre un palm, por tanto considérese también comentada la hojarota ;-), gracias.
Anónimo ha dicho que…
Donde dice "forularme", como es lógico, debe leerse "formularme".
Susana ha dicho que…
Comentada, pues, se considera la hoja.
Kosmonauta del azulejo ha dicho que…
Book: me parece increíble tu pregunta, si la entendí bien: "¿Deberíamos confiar en él?"

¿Deberíamos confiar EN QUÉ?

Que no te suceda nada, pues lo entiendo, y me parece estupendo, ya que no tiene por qué sucederte nada ante la visión de una obra de arte, sea de la calidad que sea, pero... ¿lo de confiar?¿confiar en qué?¿intentas, acaso, hacer una crítica moral del asunto? Es que no lo entiendo.

¿Y que a dónde la condujo? Veamos. Pues, por ejemplo, al Forum de Barcelona o al MOMA, que no es poca cosa. A menos que para tí sean inseparables los hechos de que, además de ser una artista sea una suicida. Si el arte la condujo al suicidio, pues muy bien ¿no? podría haberla conducido a un castillo en Escocia, también... ¿y qué?

Quiero decir que para mí hablar de esto es mezclar pan con tortas y es, sí, caer en moralinas fruto de la razón. Una cosa es la obra y otra la persona, y ahora alguien saltará diciendo que eso "es obvio"; así pues, que si tanto lo es, me pregunto por qué sigue habiendo gente que no puede separar el artista de la obra...

¿O será que hacemos con ella lo mismo que se hizo con Van Gogh? (bueno, ésta es una pregunta mía).
Kosmonauta del azulejo ha dicho que…
ANALÍAAAAAAAAAAAAAAA anduve por ahí y no pude pasar, pero PROMETO pasarme entre este mes y el otro, ya que tendré que hacer una movida muy rara por Barcelona en estos días, así que por ahí... nos vemos. Y a ver pa cuando el gog-magog. Besotes betotes besotes para ambos dos...

Os quiero.
Anónimo ha dicho que…
Hola, soy Salmantino... llegué aquí haciendo links mientras buscaba cosas sobre ftgf y... comparto, con el cuarto comentario en que la arbus me parece muy inflada y no transmite nada. Pero bueno, es mi opinión.
Está guapo el blog, seguiré visitándolo.
Saludos
Anónimo ha dicho que…
Bien por ti; que tengas el asunto así tan, tan claro, digo. Au revoir, Hipatie. Es que a mí la polémica...
Kosmonauta del azulejo ha dicho que…
Tú la has abierto, Book...
Kosmonauta del azulejo ha dicho que…
Hola, Sarmantino, bueno... yo no creo haber leído en el comentario de Book que Arbus "no transmite nada" o que "está inflada"...

je, es que es ínútil, las palabras están tan limitadas... y mucho más a través de este medio.

Saludines.
Analía unblog ha dicho que…
No, no creo que sigamos haciendo lo que hicimos con Van Gogh... lo que sí es que el holandés parece ser el único que despierta esa pena, un genio reconocido como genio mas allá del tiro en la panza, el típico genio "loco" y toda esa bola, algo así como el primero que lo hizo y por lo tanto el original, prueba incontestable de que la incomprensión en la que el artista se ve inmerso a veces (con toda esa pregunta de si vale, si no vale, o si es "confiable") podría conducir, por ejemplo, al suicidio, un tema espinoso que nunca deja de salir cuando hablás de esta gente así como muy "maldita", y sobre todo si el final del post que alude a esa gente maldita acaba recordándonos que todos somos unos monstruos "nos guste o no". Suena heavy, la verdad, a mí me pega, por lo menos, y me deja pensando en si debería fiarme no ya del arte sino del receptor. O sea, inclusive de mi misma.
Un beso.
Kosmonauta del azulejo ha dicho que…
¿Suena heavy? Analía, diría que no te creía tan vanidosa si no fuera por el final: "O sea, inclusive de mí misma". Eso me ha encantado. Gracias por tu comprensión ;)

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