El conflicto docente en Argentina
Estoy pensando en lo triste que es ser docente en este país. Ser
maestro en Argentina es poco menos que ser considerado "un rebelde", "un
renegado" o "un desagradecido". El docente es visto como un elemento
eminentemente "antipático", que va por la vida quejándose todo el día.
El comentario popular suele ser: "¿Pero de qué se quejan, si tienen 3
meses de vacaciones al año?". Claro. Y ganan 25.000$ al mes... ¿verdad?
¡¡Exacto!! Si total... ¡para lo que hacen! Teniendo la compu, el celular
y los jueguitos no hace falta ir al colegio...
Éste suele ser, lamentablemente, el sentir popular. Muchas
madres prolíferas deploran el hecho de que, al no haber clases, no tienen cómo
sacarse los pibes de encima por un rato. Ése es el problema, y no que no
estudien.
Hay una cultura circulando -es la cultura que hubo desde que
tengo memoria- y consiste en creer que los pibes van al colegio "para ser
algo el día de mañana". Es decir, para TENER algo. No para SER, que es
cosa distinta. ¡Como si la educación pudiera garantizarles la realidad de
convertirse en contador o en ingeniero! (en docente no, por favor, yo no
querría semejante destino para un hijo).
No resultará curioso que el problema docente esté arraigado
a lo económico, porque como decía el inefable Pancho Ibáñez, todo tiene que ver
con todo, y si en un país la gente no puede dejar de identificar el probable
éxito de sus hijos con la habilidad para ganar plata, significa que se
desconoce el verdadero objetivo de la educación, que no consiste en forrarse
los bolsillitos, sino en desarrollar el pensamiento crítico (entre otras cosas
que en Argentina están en franca decadencia). De ahí que el problema docente
vaya a ser siempre un problema, ya que no habiendo una cultura interesada en
formar a la gente para que piense por sí misma, los maestros siempre estarán
mal pagos.
Así pues, el conflicto docente no es ya un problema de los
gobiernos sino un problema cultural y social que nos atañe a todos. Tiene que
ver con nuestro concepto de pobreza y de riqueza, que es, en definitiva, un
problema de valores. ¿Y qué es un valor? Algo que sirve para algo. Y no todo lo
que sirve para algo da dinero, pero todo lo que sirve para algo puede generar
un cambio, y si no desarrollamos la creatividad, difícil que hayan cambios
trascendentes. Y un cambio trascendente
es algo que afectará a la próxima generación.
Si tanto nos interesan los valores y el futuro de nuestros hijos,
deberíamos detenernos un momento a pensar en los maestros. Pensar, por ejemplo,
en lo que tuvieron que hacer antes de llegar a donde están. Que es estudiar.
Para que tengan una idea, yo diseñé hace poco un proyecto de
taller de dos horas por semana. Me llevó quince días. Por supuesto, nadie me
pagó porque es un proyecto independiente.
Pero hay gente que no gastaría ni un solo minuto en diseñar
absolutamente nada a menos que le paguen.
Es el tipo de gente que no da puntada sin hilo, porque ellos, si no le
pagan, es simple: no hacen. Y si hacen es sólo para ellos mismos y su alcancía
nunca está vacía. Son los siempre listos a decir que los maestros están al
divino botón -"total, para lo que hacen"-, y no se toman la molestia
de pensar en cómo pudo llegar alguien a convertirse en maestro. Son los que
calculan todo en dólares y defecan sobre la moneda nacional, porque ya sabemos
"que no vale nada", así que la inflamos para que empiece a valer lo que
valen otros pueblos. No el nuestro, sino otros.
Pero la culpa es siempre del gobierno, porque si hay algo
que falta en Argentina es la auto-crítica: nos encanta echarle la culpa a otros
tanto como nos gusta reírnos de los demás; sin embargo, no nos gusta ni medio reírnos
de nosotros mismos. Por eso damos a luz cómicos tan "admirables" como
Alberto Olmedo, todo un haz en el arte de reírse de los demás, el cual ya ocupa
el dudoso honor de haber tenido una muerte mítica, con el consiguiente ascenso
al panteón de los héroes nacionales. Tenemos pánico escénico y nos creemos
"muy vivos" -porque el que se ríe de los demás es obviamente un vivo-,
pero aún no hemos sido capaces de enarbolar cómo héroes nacionales a ningún
maestro (excepto Sarmiento, que vendió las Malvinas); y antes que eso, preferimos
torcer la cara cuando se menciona a "esos sinvergüenzas" que cobran
sin trabajar.
Hay un detalle importante y resulta sumamente molesto que lo
diga, pero lo voy a decir igual. Y es que, lamentablemente, se critica a los maestros
cuando poco o muy poco se ha hecho por estudiar. No quiero decir con esto que
para comprender el tema docente haya que haber pasado por la universidad: lo
que estoy diciendo es que hay que haber experimentado la necesidad de educarse,
crecer y aprender. Ganar dinero es mucho más sencillo que eso. Robar también, y
sabemos que hay mucho millonario analfabeto mental y moral que ha hecho su
riqueza a fuerza de explotación. Pero tener la necesidad de estudiar o
capacitarse es algo bien distinto. Es querer SER. Y querer ser, como decía al
principio, es mucho, muchísimo más que querer TENER. Querer SER es querer
comprender y querer cambiar lo que está más allá de mí. Es querer TRANSFORMAR.
Y para eso se precisa pensamiento crítico, aprender a pensar, aprender a elegir
desde el conocimiento. Esto es algo que no comienza en la escuela sino en casa.
Un pibe que ve a sus padres despreciar a los maestros no va a valorar la
educación. Un pibe que ve a un maestro malhumorado o desinteresado porque le pagan
miserablemente no va a valorar la educación. Así la cadena se va fortificando y
lo que tenemos por resultado es esto: la compu y el celu.
Ahora, vamos a los números. Una amiga mía es preceptora y lleva
casi 30 años trabajando en dos cargos, en uno con titularidad. Sale a las 7 de
la mañana de su casa, tarda media hora en llegar al colegio, sale a la 1 y
tiene otro cargo en una escuela que está en la otra punta de la ciudad, donde
no es titular. Total.: 5.300$. Llega a su casa a las 6 de la tarde, y tiene que
tomar cuatro buses.
Otra amiga es maestra de grado desde hace 23 años y gana 1.800
de básico, más 2.000 de antigüedad y otro plus por salario familiar; con una parte
en negro. Total: 5.000$. Trabaja 4 horas en la escuela y cuatro en casa, porque
llevar un aula de 35 pibes implica llevarse trabajo a casa.
Verdad que hay profesores que ganan bien. Pero ojo: he dicho
profesores, no maestros. Hay gente que no conoce la diferencia: para formarse
como maestro se requieren tres años de estudio, y para ser profesor, cinco. Es lógico que ganen más. Sin embargo, ¿por
qué se le reprocha a un profesor que gane, por ejemplo, 8.000$, cuando hay
gente que gana lo mismo -y muchísimo más- sin haberse quemado ni media pestaña?
En lo que puede sonar a perogrullada es donde reside el problema, pero que hay
gente que no puede concebir que un docente gane… tanto. Yo le diría a esa gente: póngase a estudiar y lo
comprenderá. Imagínese invirtiendo horas y horas de su tiempo -el que usted no invertiría
jamás a menos que le paguen- en hacer algo por lo que de momento no le pagarán.
Forzando su comprensión al aprendizaje de algo para lo que probablemente usted
no haya sido diseñado. Intentando adquirir conocimientos que usted ignora, pero
que podrían determinar no sólo el futuro de "su" hijo, sino de toda
una sociedad.
Pienso que ese esfuerzo merece el reclamo, y si he de ser franca,
creo que los maestros no sólo se merecen un aumento… astronómico, sino una
indemnización por daños, perjuicios y prejuicios, debido al desprecio que reciben.
Más o menos igual que el desprecio que recibe nuestra moneda nacional, de la
que deberíamos estar bien orgullosos valga lo que valga, porque es nuestra y de
nadie más. Siempre y cuando nos lo creamos.
Comentarios