Alma canuta (II)
- Yo no tengo. ¿Me das uno?
Y él, pensando a ver qué pretexto se le viene a la cabeza
al toque para no dárselo:
- Es que… los voy a hacer arreglar.
- Ah, bueno. Entonces hacelos arreglar y yo te compro
uno.
Pasan los meses y los años y ahí siguen los dos
lavarropas, tirados en el patio. Rotos.
Él sólo sigue agarrado a su caca.