El acto creativo
"Consideremos dos factores importantes, los dos
polos de toda creación de orden artístico: el artista por un lado, y por el
otro el espectador que, con el tiempo, se convertirá en la posteridad.
Según todas las apariencias, el artista actúa como un
ente mediumístico, que, del laberinto más allá del tiempo y del espacio, busca
su camino de salida a la claridad.
Si damos los atributos de un médium al artista, debemos,
entonces, negarle la facultad de ser plenamente consciente, en el plano
estético, de qué es lo que está haciendo o por qué lo hace. Todas sus
decisiones en la ejecución artística de la obra se basan en el dominio de la
pura intuición, y no pueden ser traducidas en un auto-análisis, habladas o
escritas, o incluso, pensadas.
T. S. Eliot, en su ensayo sobre Tradición y talento
individual, escribe: «Mientras más perfecto el artista, más completamente separados
en él estarán el hombre que sufre y la mente que crea; más perfectamente
digerirá y traducirá las pasiones que son sus materiales».
Millones de artistas crean; sólo unos pocos miles son
discutidos o aceptados por el espectador, y todavía muchos menos son
consagrados en la posteridad.
En el último análisis, el artista puede gritar de todos
los tejados que él es un genio; tendrá que esperar el veredicto del espectador
para que sus declaraciones tomen un valor social y para que, finalmente, la
posteridad le incluya entre los principales de la Historia del Arte.
Sé que este enunciado no contará con la aprobación de
muchos artistas que rehúsan este rol mediumístico y que insisten en la validez
de su plena conciencia en el acto creativo —sin embargo la historia del arte
consistentemente ha decidido sobre las virtudes de una obra de arte a través de
consideraciones completamente divorciadas de las racionalizadas explicaciones
del artista.
Si el artista, como ser humano, pleno de las mejores
intenciones hacia sí mismo y hacia el mundo completo, no juega ningún rol en la
apreciación de su propia obra, ¿cómo puede uno describir el fenómeno que
impulsa al espectador a reaccionar críticamente sobre la obra de arte? En otras
palabras, ¿cómo se produce esta reacción?
Este fenómeno es comparable a una transferencia, del
artista al espectador, en la forma de una ósmosis estética que tiene lugar por
medio de la materia inerte: pigmento, piano o mármol.
Pero, antes de ir más lejos, quisiera clarificar nuestro
entendimiento de la palabra «arte» —para estar seguros, sin intentar una
definición.
Lo que tengo en mente es que el arte puede ser malo,
bueno o indiferente, pero, cualquiera sea el adjetivo que se use, debemos
llamarlo arte, y el mal arte es aún arte, del mismo modo que una mala emoción
sigue siendo una emoción.
Por ello, cuando me refiera a «coeficiente de arte»,
deberá entenderse que me refiero no sólo al gran arte, sino que estoy tratando
de describir el mecanismo subjetivo que produce arte en un estado bruto —à
l’état brut— malo, bueno o indiferente.
En el acto creativo, el artista va de la intención a la
realización, a través de una cadena de reacciones totalmente subjetivas. Su
lucha hacia la realización es una serie de esfuerzos, penurias, satisfacciones,
renuncias, decisiones, que tampoco son, y no deben serlo, completamente
auto-conscientes, por lo menos, en el plano estético.
El resultado de esta lucha es una diferencia entre la
intención y su realización, una diferencia de la que el artista no se da
cuenta.
Consecuentemente, en la cadena de reacciones que
acompañan el acto creativo, un eslabón está faltante. Esta separación que
representa la inhabilidad del artista para expresar totalmente su intención;
esta diferencia entre lo que se ha intentado realizar y lo efectivamente
realizado, es el «coeficiente de arte» personal contenido en la obra.
En otras palabras, el «coeficiente de arte» personal es
como una relación aritmética entre lo inexpresado pero intentado, y lo
expresado no intencionalmente.
Para evitar un malentendido, debemos recordar que este
«coeficiente de arte» es una expresión personal de arte «à l’état brut», que
sigue estando en estado bruto, y que debe ser «refinado», como el azúcar pura
de la melaza, por el espectador; el valor de este coeficiente no altera su
veredicto. El acto creativo toma otro aspecto cuando el espectador experimenta
el fenómeno de transmutación; por el cambio de materia inerte a obra de arte,
es una transubstanciación la que ha tomado lugar, y el rol del espectador será
determinar el peso de la obra en la escala estética.
En suma, el acto creativo no es desempañado por el
artista solamente; el espectador lleva la obra al contacto con el mundo
exterior por medio del desciframiento y la interpretación de sus cualidades
internas y así agrega su contribución al acto creativo. Esto se hace aún más
obvio cuando la posteridad da su veredicto final y algunas veces rehabilita a
artistas olvidados."
Sesión dedicada al acto creativo, convención de la
American Federation of Arts, Houston, Tejas, abril de 1957.
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Marcel
Duchamp