Primera del singular
Yo que crecí sobre el aire que rechacé unas raíces que nunca eran mías (hubo en ello una intención de cándido martirio) que crecí entre mareas, que vivía en un mundo de raíces de un pequeño limonero de una montaña de arena en un galpón en ruinas de un patio de granito de una huerta preñada de tomates y tortugas de un hormiguero en orfandad boca a un cielo de tormenta de las babas del diablo temblando entre pilotes donde hacían nido los abejorros y por supuesto, de la flor del panadero el 5 de enero a la hora de la siesta (demasiado esfuerzo en rechazar esas raíces que nunca eran mías) yo que quise la libertad y no tuve el valor pero tuve la mañana (la que duele, y la que no), yo que decía que quise el río el mar la laguna y la acequia ahora digo: sé quien soy, los predicados no los proclamo: no sé predicar.