En una carta escrita el 5 de octubre de 1871, León Velade le dice a Emile Blemont: No sabe lo que se perdió no asistiendo a la cena de los Vilains Bonhommes. Allí se exhibió, bajo los auspicios de Verlaine, su inventor, y los míos, su Juan Bautista de la orilla izquierda. A Rimbaud. Grandes manos, grandes pies, un rostro absolutamente infantil que podría corresponder a un niño de 13 años, profundos ojos azules, carácter más salvaje que tímido: así es el muchacho, cuya imaginación, llena de poderes y corrupciones inauditas, ha fascinado o aterrorizado a nuestros amigos. Venga usted, verá sus versos y juzgará por usted mismo. De no ser por la piedra que gravita sobre nuestra cabeza y que el Destino a menudo nos tiene reservada, es un genio que emerge. Algo más tarde, un informe de la Policía Francesa a cargo del oficial Lombard, reza lo siguiente: Verlaine se enamoró de Rimbaud y los dos se marcharon a Bélgica para disfrutar de la paz del amor y todo lo demás. Hace alg...