- Hará un cuarto de siglo - dijo Dunraven - que Abenjacán el Bojarí, caudillo o rey de no sé qué tribu nilótica, murió en la cámara central de esa casa a manos de su primo Zaid. Al cabo de los años, las circunstancias de su muerte siguen oscuras. Unwin preguntó por qué, dócilmente. -Por diversas razones -fue la respuesta-. En primer lugar, esa casa es un laberinto. En segundo lugar, la vigilaban un esclavo y un león. En tercer lugar, el asesino estaba muerto cuando el asesinato ocurrió. En quinto lugar… Unwin, cansado, lo detuvo. -No multipliques los misterios -le dijo-. Estos deben ser simples. Recuerda la carta robada de Poe, recuerda el cuarto cerrado de Zangwill… -O los complejos -replicó Dunraven-. Recuerda el universo. J.L Borges- Abenjacán el Bojarí, muerto en su laberinto (El Aleph) Cuentan que el primer indicio del significado de la palabra “laberinto”, se encontró en Egipto, cerca de El Cairo, en el monumento funerario erigido para el faraón Amenemhat III (para mis lec