El extraño destino de los libros
Hace unos años, andando por Madrid, me encontré con una vieja edición española de Van Gogh: el suicidado de la sociedad, y para acabar de una vez con el juicio de Dios, de Antonin Artaud, en cuya primera página se lee una dedicatoria (obviamente, escrita a mano) que en su momento llegó a llamarme la atención. La misma, data del 10 de junio de 1996, y dice así: Para Nadjwa y Daniel, que estos versos malditos os sirvan de recuerdo en vuestra estancia en Nueva York. Un beso muy fuerte (Juan). Temo que a Juan no le alegraría mucho saber que ese libro dedicado con tanto esmero iba a acabar en una tienda de libros usados, y que las manos que ahora lo leen no son ya las de Nadjwa Nimri sino las de esta humilde servidora de origen plebeyo, que a continuación pasará a aburriros con uno de los más grandes poetas que parió el siglo XX dentro de un manicomio. Ya que él o vio profe o vio proto o vio loto o thethé y además, había visto combatir a las máquinas en cantidad, pero sólo he visto en el i