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Eso de durar y transcurrir

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En una escena de la entrañable comedia As Good As It Gets (traducida al castellano bajo el título Mejor imposible ), Jack Nicholson le dice a Helen Hunt: “Me gusta estar contigo porque me dan ganas de ser mejor persona”. Una frase-hostia ideal para neo-individualistas, consoladores desidiosos, y defensores de la nueva psicología de corte conductual que a la primera queja ante tu soledad te sueltan una del tipo: “No digas eso, te tienes a ti misma”. La pregunta es: ¿para qué quieres tenerte a ti misma y saber que eres maravillosa si no tienes con quién compartirlo? Peor aún, si teniendo a quien contárselo, la respuesta sigue siendo: “No digas eso, te tienes a ti misma”, la siguiente pregunta debería ser: “¿Por qué no te vas al carajo?”. Pero claro, esa persona tiene todo el derecho a decir lo que quiera. Como la tiene uno de irse al carajo. Es el principio de la libertad. El que quiera celeste, que le cueste. Si X tiene el morro de soltarme semejante frase cuando estoy hecha polvo, no

Europa II

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Europa III son los poetas olvidados, los malditos, los benditos, los que no se compran ni se venden, padecen; son los malabaristas del verbo callejero, los artistas, los floristas, los músicos de la gorra, lo que no es ni uno ni dos, es tres; el buen audista, los autistas del anti-pleonasmo, los anónimos del viento en las esquinas, los contemplativos, los pintores de cuadros con mostaza en la ochava relente de un bar. Es el action-painting de la gran ciudad sin manzana, la de los barrenderos meteorólogos, la del poeta secreto que hurde un cuento de terror pensando en las palomas, la del obrero que espera llegar a casa a tiempo para el almuerzo, la del dios sordo y la del diablo atento, la del angel sin luz durmiendo en un andén y una ex-mariscala octogenaria mendigando una moneda en el parque. Es la mueca absurda que se va por el filo de una billetera, El País manchado de agua sucia, la semilla del auténtico Nóbel en la colilla de un cigarro apagado, el rapto de una doncella con la v

Europa I

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De Europa me gusta el olor el color las auroras la lisura Granada las calas la Piazza della Signoría los gabanes sus carreteras las distancias los bajo-cielos las aceleraciones los rítmos la noche los dístoles y los diástoles los otoños las tiendas las vacas de ojos mansos la multitud las aldeas los cencerros la tortilla de patatas con pimientos los Apeninos la dama de Elche las palomas de San Marco las catedrales vacías los símbolos grabados en las piedras los restaurantes italianos el musgo la comunicación el Obredoiro la húmeda tristeza de Sintra los ferrocarriles el aire azul la lluvia los zapatos punteagudos el olor a ropa limpia la calma la locura del mediodía la memoria futura los ancianos de ojos azules los punkis las mejillas coloradas de los niños la nieve las ventanas de PVC el Anacoreta los balcones de Sevilla las callejuelas de Lavapiés el cine el cante las arias los curasanes la costa Azul los bomberos comprar libros las rotondas las oportunidades ir de bar en bar Cortin

Los malos pensamientos (I): católicos

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Los curas siempre me dieron repelúz. Y tiene mucho sentido, si se piensa que parte de la escuela primaria la hice en un colegio de monjas. Hermanas de la Caridad, devotas de San Vicente de Paul. A la hermana del Salvador, mi maestra de cuatro grado, nunca se le conoció una sonrisa. Tenía unos ojos de un azul metálico que metía miedo incluso al personal masculino de mantenimiento. Su epíteto favorito para nosotras era zánganas.   Naturalmente, fui bautizada e hice mi primera comunión a los 9 años. Para entonces mi madre ya había reñido con la Superiora y tuvo el buen tino de inscribirme en un colegio estatal. Sin embargo no pude librarme ni del catequismo ni del cura del barrio.  Igual al catecismo fui poco: cada vez que tenía clase me daba un ataque de asma. Nunca supe qué era peor, si el asma o el catecismo. A la hora de tomar la primera comunión -la Sagrada Hostia- lo más difícil para la peña era tener que confesarse por primera vez. El asunto del pecado nos tenía a maltrae

Nosotros nunca somos los otros

Hace unos años estaba cenando con unos amigos en Madrid, y a alguien se le ocurrió hacer el típico comentario de lo mal que va el país por culpa de la emigración. Su argumento, si mal no recuerdo, fue más o menos el siguiente: ¿Habeis visto cómo han cambiado las cosas desde que está esta gente? Es que ya no se puede vivir. Hacen ruido, ensucian los parques, traen mogollón de familia… Yo no sé qué vamos a hacer si siguen llegando, porque además no se adaptan ni quieren adaptarse. Y esto, sin hablar de la delincuencia y las mafias. Yo creo que éste (refiriéndose a ZP) va a tener que ponerle un poco de orden al asunto, porque sino estamos todos apañados. Perfil de la comentarista: mujer mayor de 45 años, española, sin graduado escolar (cosa que le dá muchísima vergüenza admitir), trabaja por horas. Casada desde hace 25 con un señor que hace tiempo fue su marido y con quien comparte una casa porque, de separarse, no tendría donde ir a vivir ni forma de buscarse el sustento. Todo l

El misterio femenino

No hay voz que quiebre el silencio del agua bajo el alba. Y nisiquiera nada que se estremezca bajo el cielo. Sólo una tibieza que estremece las estrellas . (C. Pavese) Photo/post: The piano (Jane Campion) Música: Michael Nyman

El misterio masculino

Sobre una azuzena tiemblan dos gotas, límpidas y redondas, se derraman y unidas caen hacia abajo, al fondo del cáliz. (Hebbel) Vídeo/post: Todas las mañanas del mundo (Alain Corneau) Música: Sainte Colombe (interpretado por Jordi Savall ).

Camille Claudel, irremediablemente.

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Camille Claudel. La mujer arrebatada. La medusa. La enamorada. La amante de los ojos vacíos con la impronta aún tibia de unos dedos tan feroces como trémulos, rozando la carne rota del yeso. Los restos de Sakountala (1886-1905), su obra más famosa, fueron exhumados hace poco de los almacenes del Museè Châteauroux. Como todo lo de ella, en su época la obra causó escándalo. Hoy, Vertumne et Pomone se reconcilian en el nirvana ante el silencio admirado de hombres, mujeres y cotillas. Como le habrá pasado a mucha gente, conocí a Camille Claudel por influencia del cine. Cuando se estrenó la película interpretada por Isabelle Adjani, yo estudiaba Bellas Artes y mis maestros decían que había sido “la amante de Rodín”. Otro logro del patriarcado. Si ya resulta difícil hablar de ella por la penosa vida que llevó, más difícil resulta aún hablar de un arte demasiado grande como ser definido con palabras. Para hacerlo tendría yo que ser tan buena en ello como buena era Camille con el volúmen,

Esclavismo laboral: nihil obstat

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Éste es el fenotipo del indivíduo medio hundido hasta las narices en la dinámica laboral auto-destructiva del dígito descartable: - Una empresa X le pone trabajar 8 horas diarias por un sueldo de hambre y un contrato basura, que el emplead@ acepta por necesidad. - A los 15 días, el empresario le propone al emplead@ trabajar fines de semana incluídos a cuenta de “una sustancial” propina, que se acabará quedando en calderilla. Sabiendo que con lo que le pagan no llegará a fin de mes y queriendo, además, hacer buena letra, el emplead@ acepta. - Al llegar su primera nómina, el emplead@ ve que ésta no ha aumentado mucho más que el sueldo estipulado por las 8 horas, y mientras jura que en cuanto encuentre algo se largará de alli, en realidad continúa; porque en el fondo sabe que en otra empresa le pagarán lo mismo o peor, y además ha firmado un contrato donde pone que el personal no cuenta con representación sindical. Primera caída: algo que la empresa ya sabía de antemano, algo c

Arthur Rimbaud: Je est un autre

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En una carta escrita el 5 de octubre de 1871, León Velade le dice a Emile Blemont: No sabe lo que se perdió no asistiendo a la cena de los Vilains Bonhommes. Allí se exhibió, bajo los auspicios de Verlaine, su inventor, y los míos, su Juan Bautista de la orilla izquierda. A Rimbaud. Grandes manos, grandes pies, un rostro absolutamente infantil que podría corresponder a un niño de 13 años, profundos ojos azules, carácter más salvaje que tímido: así es el muchacho, cuya imaginación, llena de poderes y corrupciones inauditas, ha fascinado o aterrorizado a nuestros amigos. Venga usted, verá sus versos y juzgará por usted mismo. De no ser por la piedra que gravita sobre nuestra cabeza y que el Destino a menudo nos tiene reservada, es un genio que emerge. Algo más tarde, un informe de la Policía Francesa a cargo del oficial Lombard, reza lo siguiente: Verlaine se enamoró de Rimbaud y los dos se marcharon a Bélgica para disfrutar de la paz del amor y todo lo demás. Hace alg