Felix Grande: Por entre el rudo bosque de los siglos
Sentí ese amor, por entre el rudo bosque de los siglos, una mañana en México. Me demoraba en ese lujurioso archivo antropológico, ese collar de tiempos y culturas que es el Museo Nacional de Antropología. Me han dicho obstinados viajeros que es el museo más sobrecogedor del mundo. Algo me ocurrió en él y fue en el año 1968, en el mes de febrero. Yo deambulaba por las salas; miraba piedras, máscaras, aperos, estatuillas, dioses, cacharros, vestidos, armas rudimentarias, minuciosas obras de arte, altanerías aztecas, sobresaltos mayas y reconstrucciones tribales. Los tiempos, las culturas, giraban como remolinos otorgándome el vértigo lujoso de estar vivo entre tanta muerte inmortal. Y de pronto, en una de las salas, desde algún ingenio mecánico invisible, oculto en algún rincón, escuché la voz de una mujer. Alguien, alguna india, había grabado un canto en un idioma que yo desconozco -y que sin embargo, comprendo-. Aquella voz rozada, inculta, una voz de mujer anciana, cantaba unas pal